El Espíritu Santo nos hace sentir amados y nos enseña a amar
Pentecostés
Sábado, 4 y domingo, 5 de junio de 2022
Con la celebración de la Solemnidad de Pentecostés, la Iglesia Católica cerró el Tiempo Pascual que comenzó con la Resurrección del Señor de entre los muertos y continuó con su Ascensión a los Cielos por su propio poder y gloria.
Santa Misa
Para glorificar tan grande festividad, el padre Milton nos invitó a participar de la Santa Misa y luego de la Adoración Eucarística en nuestra capilla «María, Madre y Reina de la Unidad», en la que celebramos gozosos la Venida del Espíritu Santo de Dios, el Paráclito, como lo anunció el Señor a sus apóstoles. Quienes tuvimos la dicha de asistir, vivimos momentos de mucho recogimiento y cercanía, que nos llevaron a la certeza de estar rodeados y abrazados por su amorosa y cálida presencia.
Homilia
En su homilía, el padre Milton nos habló de que la unidad no es fruto humano, sino que es Dios quien une. Jesús ora al Padre “que sean uno”. Es el Espíritu Santo quien nos hace vivir y amar, nos ayuda a tomar decisiones en el presente, para que podamos hacer lo que el Señor quiere, nos dijo.
El Espíritu Santo en la infalibilidad del Santo Padre
También, nos recordó que, como miembros de la Iglesia Católica, nunca debemos cuestionar la infalibilidad del Santo Padre porque el Señor Jesús dejó que su Vicario, a través de los tiempos, pudiera siempre descubrir lo que va sucediendo en el mundo con la gracia del Espíritu Santo, por lo que, si el Papa dice, es el mismo Espíritu de Dios quien lo dice. Muy atrevidos seríamos al creer que podemos cuestionar al Santo Padre, dijo el padre Milton durante su homilía.
Enseñanzas del Santo Padre
Asimismo, nos condujo a reflexionar sobre la necesidad de tener siempre presentes las enseñanzas del papa Francisco. Trajo a colación sus palabras, cuando dijo que el amor es un don del Espíritu Santo, que es Él quien nos enseña a amar, Él, quien nos hace sentir amados. Nos recordó también que el Espíritu Santo nos lleva a amar el aquí y el ahora, en concreto, no un mundo ideal, ni una Iglesia ideal, ni una congregación religiosa ideal, sino la realidad, a la luz del sol, en la transparencia y la sencillez.
Nunca debemos olvidar que el Espíritu Santo nos invita a olvidarnos de nosotros mismos y a abrirnos a todos, partiendo siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, a tomar decisiones escuchando su voz, y a caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo. Concluyó animándonos a seguir firmes en la Fe, en la Esperanza y en el Amor bajo el influjo del Espíritu Santo.