Semana Santa
Mis muy queridos hermanos de la Obra de la Unidad:
Iniciamos la Semana Mayor, tiempo para el que nos hemos preparado toda esta Cuaresma, con oración, penitencia y ofreciendo cada una de nuestras entregas en la vida diaria.
La Cuaresma fue un tiempo de abundante Gracia, en la cual el Señor iluminó nuestra conciencia para que pudiéramos mirar con humildad nuestro interior, y así descubriéramos nuestras esclavitudes, divisiones, orgullos, amores humanos, apegos, etc, que sin duda, en muchas ocasiones, han sido los que han gobernado nuestra vida y nos han alejado del Dios Amor, único y verdadero dueño de nuestro corazón.
Quiero invitarlos a que en estos días de la Semana Mayor acompañemos, junto a La Madre Dolorosa, paso a paso y con todo nuestro amor, al Cristo, a Aquel que nos amó tanto que dio su vida por nosotros para devolvernos la Alegría eterna, que es poder volver a la Casa del Padre.
Permitamos que la mirada de Dios penetre nuestro ser entero en estos días santos. Nuestro amado Papa Francisco habla de esa mirada del Señor que busca un cambio de corazón y que provoca una transformación cuando se experimenta el amor verdadero, por ello quiero hacerme eco del pedido del Santo Padre que nos invita a dejarnos mirar por El Cristo, que siempre “va más allá” en la profundidad de su mirar.
Debemos, cada uno, identificar aquello que entregaremos al Señor Jesús al finalizar este tiempo y comenzar ya la Semana Santa. ¿Qué es aquello que todavía no le entregas al Señor? ¿Qué es aquello que no te deja cambiar de criterio? ¿Qué es aquello que no te deja amar de una manera diferente a quienes te rodean? ¿Llegas a aceptar y buscas vivir sinceramente lo que quienes nos guían en la Obra nos enseñan? ¿Aceptas y asumes que la voluntad de Dios te viene también a través de las autoridades de esta bendita Obra? ¿Cuáles son aquellas verdades incómodas y que no te gustan que te las pongan delante? ¿Prefieres aun quedarte en tu criterio, en tu manera de pensar, en tu manera de ser?
Todas estas cosas y otras más podemos tener en nuestro corazón, que lamentablemente nos llevan a vivir en una división permanente, alejándonos de la persona de la Stma. Virgen María y de su confiado, humilde y total “Sí” a Dios y, en consecuencia, nos aleja de la posibilidad de alcanzar la Unidad Interior, es decir, la comunión verdadera con el Único Dios Vivo y Verdadero.
Mis hermanos, cada día es un tiempo nuevo, cada día el Señor se nos manifiesta, cada día es una nueva oportunidad. Tenemos tanta gracia en nosotros, sobre nosotros y alrededor de nosotros en esta Obra, que debemos aprovechar cada nuevo llamado de este Dios amigo, generoso y abundante en bondad, misericordia, esperanza y amor.
¿Por qué no aprovechar todo lo que tenemos? Pero, sobre todo, ¿por qué no valorar el llamado de ser esos hijos suyos que tienen como amorosa e imperiosa misión de llevar su luz con el testimonio de Amor a las almas que no lo quieren ver y que no lo conocen?.
No pretendo que nos metamos en un sombrío sentimiento de culpa o en reflexiones de un simple conocimiento que nos lleven a un aparente crecimiento espiritual narcisista. Es, más bien, una exhortación a reflexionar humilde y profundamente acerca de lo que cada uno es y así, en un conocimiento más profundo de uno mismo, darle paso a que Jesús ame en nosotros a los demás.
¿Por qué no dejarnos conquistar y gobernar por el Maestro del Amor y la Unidad? ¿Por qué no dejarnos inundar por aquella inocente pureza de María, expresada de manera total en su “Hágase” que trajo la Salvación al mundo? ¿Por qué no buscar imitar los pasos del Amor, si a eso estamos llamados?.
Los animo humildemente y en el nombre nuestro Jesús, Maestro del Amor y la Unidad, a que revisemos así nuestros corazones en este tiempo Santo. Como quien revisa minuciosamente una obra de arte ante la cual se puede pasar horas de horas. Que no sea una Semana Santa más en nuestras vidas, sino un tiempo santo que nos lleve a dar saltos en los procesos de nuestra alma.
Solo una experiencia real del Amor hará que podamos llevar a Cristo a un mundo lleno de oscuridad.
Permitamos y abramos todas las puertas de nuestra vida a Dios, para que su luz entre a transformar nuestro propio mundo, para que así, entonces, seamos evangelizadores con nuestra vida para los demás.
Los abrazo fraternalmente, con la fuerza y la ilusión de que nuestro Jesús sonría mirando nuestra respuesta piadosa y llena de Fe.
Hoy, Domingo de Ramos, nos encontramos a las 12h15 en nuestra Capilla.
Dios nos bendiga a todos.