“Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida.” S.S. Francisco.
Amados miembros de la Obra de la Unidad en Ecuador y en el mundo.
Comienzo esta carta citando a nuestro Santo Padre Francisco, en su mensaje para las Jornadas Mundiales de las Misiones del presente año. El Espíritu Santo se manifiesta entero y nos invita e impulsa a velar por el otro, a salir de nuestro mundo pequeño y dejar de preocuparnos por nosotros mismos, para ocuparnos por la realidad y el mundo del hermano. Como he dicho en otras ocasiones: “quien no se mueve en amor por la realidad del otro, no puede llamarse de la Obra de la Unidad”.
Comenzamos el mes de julio, mes de misión para nuestra amada Obra. Me he encontrado con el pensamiento de nuestro Santo Padre, que es un llamado para una Iglesia viva, que lleve el Amor a cada uno de los rincones del mundo.
Hoy en día vivimos una realidad global cada vez más convulsionada, donde el ser humano de a poco ya no ve a Dios y el mal se manifiesta en todas sus formas, contaminando todo. El hombre se revuelve en su propio placer y tentaciones, va haciendo su propio dios y crea su propia ley, en el relativismo, con el que busca la autocomplacencia y se satisface en su propio egoísmo. Esta es una realidad que poco a poco se generaliza y que toca nuestras vidas de manera directa.
Dios, nuestro Señor, llama a sus fieles a tomar su Palabra, a hacerla carne de su carne y vida de su vida. Dios llama a sus hijos fieles a defender la Verdad, como soldados valientes y capaces de entregar la vida por el Reino de los Cielos. Para esto debemos tener la certeza en el alma que no hay uno solo de nosotros que no sea abrazado, como hijo predilecto, por el Amor de Dios, ninguno. Cada uno de nosotros hemos sido escogidos desde que fuimos concebidos para ser parte de esta bendita Obra dentro de la Iglesia.
Hemos sido formados en la Verdad, en el Amor. Y si amamos y seguimos a Jesús, Maestro del Amor y la Unidad, nadie podrá venir a confundirnos, porque Jesús no es una filosofía que se la aprende de memoria, sino es una experiencia profunda de amor y amistad. Entonces, no somos fieles a un pensamiento, sino le somos fieles a un ser amado.
Es muy importante que como hijos de la Obra seamos conscientes de cómo Dios nos ha tomado y nos ha formado en su amor, cómo ha derramado tantas y tantas gracias cada día durante todos estos años de vida intensa en la Obra.
Hace tres años vivimos el año de la “Misericordia” en comunión con toda la Iglesia, donde el Señor no solo manifestó de manera abundante su amor misericordioso en nuestras vidas, sino que nos formó para aprender a amar de esa misma manera. El año pasado tuvimos la consigna de vivir “el Servicio”, por eso preguntémonos: ¿Cuánto estuvimos dispuestos y crecimos en el servicio a los demás? ¿Cuánto aprendimos a dejarnos de lado a nosotros mismos para ser “Jesús dándose” a los demás? Y ahora, en este año, estamos llamados a vivir el “Hágase” de María, nuestra Madre y Maestra en su inocencia y pureza, para poder vivir la Unidad.
Es María, Misionera del Amor y la Unidad, quien nos señala el camino. Como hijos de Dios, hijos de María que somos, nos impulsa a ser parte de ese ejército que defiende la Verdad. Pero primero debemos vencer batallas dentro de nosotros mismos, confiando y buscando la luz del Maestro del Amor y la Unidad, a través de las guías en nuestra espiritualidad bendita dentro de la Obra. No puede faltar la oración y el rezo del Santo Rosario, en familia y en comunidad, la Adoración a la Santa Eucaristía y los Sacramentos. Tenemos a nuestros sacerdotes que están siempre para atender a quien los busca. De esta forma es que debemos luchar para mantener nuestras almas puras. Pues entonces podremos ver y entender a Dios. (cf. Mt 5, 8.)
El Amor ha tocado a nuestra puerta de tantas formas, porque Dios es sumamente creativo para llegar a sus hijos. Y es hora de dar lo que Él nos ha dado. Pues, como dice nuestro Señor, “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (Mt 10, 8).
Sí. Dios nos ha llamado, nos ha tocado, nos ha sanado y nos ha transformado. Nadie puede decir que es el mismo de hace años. No. Y nuestra vida debe ser coherente ante tanta Gracia recibida, y saber decir Sí cuando es Sí, y No cuando es No. Pues Dios no quiere tibios, quiere que nuestra vida hable de Él, que seamos capaces de conquistar corazones y ser luz para aquellos que están sumergidos en la oscuridad y la confusión, aún dentro de la misma Iglesia.
Dios cuenta con aquel que tiene un corazón compasivo, paciente, certero, firme en la fe y en la pureza, y nosotros somos suyos y es tiempo de claridad para llegar a las almas que lo necesitan. Si no sabemos dar amor como Él nos lo ha dado y nos ha enseñado, y si no sabemos reflejar a Jesús en nuestra vida, ¿quién podrá creer que somos verdaderos cristianos?
La Obra tiene referentes claros y también tenemos la voz clara, sana y santa de nuestro amado Santo Padre Francisco. En estos tiempos Él es atacado y perseguido por ser el escogido de Dios y cabeza de la Iglesia. Tengamos la certeza, sin dudar, que a través de él, el Espíritu Santo nos habla, y nuestras oraciones llenas de amor y fe deben cubrirlo diariamente.
Debemos ser obedientes y fieles al Papa Francisco, como hijos de la Iglesia Católica que somos, y junto a él, unidos en un solo corazón, debemos defender la Verdad. No podemos prestar oídos a cosas o pensamientos que No nos lleven al Amor, mucho menos caer en discusiones que puedan herir a Jesús. Debemos ser fieles a la verdad y buscar siempre la claridad, si la necesitamos, y no confiarnos en nuestros propios criterios o los del mundo.
Entonces, la misión próxima a Roma y a Francia, es solo una parte de toda la misión que como Obra tenemos que llevar adelante. Por eso no podemos bajar la guardia y, más bien, ser totalmente generosos con nuestro Maestro Jesús, que llama a su Obra a ser su instrumento de Amor y Unidad para la Iglesia y el mundo. ¿Quién está dispuesto? Escuchemos su voz y su Corazón anhelante de salvar a todos sus hijos a través de nuestro amor y entrega, pues solo el amor engendra amor, y solo viviendo al Dios-Amor nos animaremos a responder en verdadera libertad.
Mis queridos, el amor de Dios salva, pero con nuestra libertad. El amor de Dios nos redime, pero en nuestra libertad. El amor de Dios se nos da, y en nuestra libertad está el corresponder a su amor.
Con esta frase me despido, y el abrazo fraterno desde mi corazón, pidiéndoles a cada uno que rece con todo el corazón por la importante misión que parte el 19 de julio a Roma y Francia. Y suplico a Dios y a nuestra Madre y Reina su bendición para todos nosotros, su pueblo de la Obra de la Unidad.