Quito, 27 de diciembre de 2021
Queridos hermanos de la Obra
¡Con la alegría y el gozo del nacimiento de Nuestro Salvador, los saludo con un abrazo fraterno!
Que nuestro corazón en esta Navidad sea el dulce hogar de la Sagrada Familia y cuna de amor para el Niño Jesús.
Hemos vivido un año de la mano de San José y en nuestro caminar diario, este amado Santo patrono, padre y esposo de lo más delicado y amado por Dios Padre, nos ha mostrado cómo vivir el día a día de manera extraordinaria, siendo humanos como somos, pero guiados e impulsados solamente por el amor a Dios por sobre todas las cosas, y en consecuencia, amor incondicional a su Santa Voluntad.
Este hombre Justo, nos abrió los ojos y el corazón, para vivir la vida desde la humildad, desde la contemplación del hacer de Dios en todo, desde el amor tierno y entregado, desde la renuncia alegre, que nos lleva a vivir el gozo de la verdadera entrega del alma, alma que se deposita solo en Dios.
San José nos mostró cómo vivir de manera sencilla y silenciosa, pero siempre agradando a Dios, no al mundo. Ese abandono y confianza en Dios es lo que lo hizo siempre fiel, aún en medio de las pruebas.
Al igual que a San José, Dios nos ha dado también el precioso Regalo, que quiso entregar a esta humanidad para nuestra salvación. También nos hace custodios de la ternura y el amor que nos trae el recibir a la Sagrada Familia, a la Madre de Dios que nos da a su Hijo, bebé tierno y delicado, que está aquí para invitarnos a amar como Ellos.
Ese es el plan de Amor Redentor, en el que los corazones reciben toda la Gracia de la venida de nuestro Salvador en un pequeño y pobre pesebre: nuestro corazón.
En nosotros está la decisión de acoger y cuidar lo más grande que existe y se nos entrega en la sencillez de una pobre Familia, de un pequeño, frágil y delicado Bebé que trae en sí toda la Grandeza de Dios, ¡es Dios entre nosotros!, y aunque no tengamos nada para darle, solo una cosa le basta: nuestro amor, pobre pero libre, humilde y fiel, obediente y puro.
La Ternura y la Inocencia son gracias que debemos pedir para descubrir y caminar con Dios cada día de nuestra vida, como lo hizo San José y como vivió nuestra Madre y Reina. Que nuestros actos, grandes y pequeños, siempre sean llenos de amor, con humildad y sencillez, solo así nuestra vida podrá alabar a Dios por sí sola y servirle verdaderamente.
¡La Sagrada Familia no es solo un “ejemplo a seguir”, está entre nosotros! y así mismo debemos cuidarla, amarla, acogerla y vivir el nuevo año en ese ambiente de amor, de ternura, de paz, de silencio interior y de humildad que José, María y el Niño Jesús nos traen.
Por eso quiero invitarlos a que guarden en sus corazones tanta gracia que se ha derramado en nuestra Obra, y seamos celosos de cuidarla y ser verdaderos sagrarios vivos, que lleven al Amor hecho Niño a los más necesitados, que muchas veces pueden estar tan cerca nuestro y no los vemos.
Que esta Navidad, la esperanza y la ternura de Dios nos fortalezca y siga transformándonos en almas dóciles, amantes de Dios, humildes y generosas.
Les envío mi amor y los mejores deseos para cada uno y sus familias.
Que nuestra Madre y Reina de la Unidad y el Maestro Jesús los bendigan y reine su ternura en sus hogares.
Juan Arturo Crespo V.
Presidente OMMRU