EL VALOR DE LA PALABRA: QUE NUESTRA PALABRA EDIFIQUE
Que nuestra palabra sirva para edificar al otro, para alentarlo, debería ser una meta en nuestra vida, sabiendo el poder que tiene, porque, como hemos visto, la palabra tiene ese poder, el de edificar y destruir.
Sin embargo, qué puede dar más aliento a nuestros seres queridos y más seguridad que darles palabras verdaderas, en las cuales puedan pararse y no solamente palabras positivas, sino que tengan un sustento en aquel que es «la Verdad».
El «pararse en la verdad» tiene como base el saber que la verdad es lo único que puede dar total seguridad a una persona, pues los caminos hacia el error son muchos y el camino hacia la perdición es ancho (S. Mateo 7,13) mientras el de la verdad es uno, así como la verdad es Una y Dios es uno.
La mayoría de nosotros no hemos tenido la gracia de valorar de una manera un poco más profunda la palabra de Jesús, porque no hemos tenido la experiencia primera de valorar la Palabra de otra persona, y como nos dice san Juan, aquello que no vivimos con una persona que vemos no lo vivimos con un Dios al que no vemos.
Sin embargo, creo que a todos Dios nos ha dado la gracia de conocer a alguien que todo o en gran parte de lo que dice es verdad en su vida. Y si valoramos esta experiencia ya tendremos un norte.
También en nuestra Obra Dios nos ha dado la gracia de vivir eso, pues a través de nuestros referentes entendemos que si es posible que alguien de carne y hueso (aunque humano y con errores como todos) pueda ser veraz en sus palabras y darnos frases que no son simples elocuencias o sentimentalismos, sino palabras donde uno pueda pararse, que nos conducen hacia algo bueno, positivo y verdadero.
Esto le da solidez a nuestras vidas ya que hallamos que la verdad en nuestra palabra puede ser parte esencial de nuestra vida en Dios, y que si somos veraces y nos dejamos primero formar por esa verdad, nuestra palabra será esa luz para quienes amamos y guía en momentos de dificultad, entonces ya no es solamente La Palabra de Dios la que nos forma y sostiene, en cuanto a Sagrada Escritura, sino LA PALABRA, en cuanto palabra veraz, salida de nuestra boca o de otra persona, la que sostendrá los corazones y vidas de nuestro entorno.
Y así el Señor nos puede utilizar como instrumento, porque lo que decimos al otro no es por quedarle bien ni halagarlo o complacerlo, sino que desde un corazón transparente el Señor hablará a los demás y cada uno de nosotros podrá decir:
«El Señor Yahveh me ha dado lengua de discípulo, para que haga saber al cansado una palabra alentadora. Mañana tras mañana despierta mi oído, para escuchar como los discípulos» (Isaías 50,4)
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”
Preguntémonos:
- ¿Mis palabras dan estabilidad, certeza y confianza a mis seres queridos o, por el contrario (al no cumplirlas ni ser sincero) les siembran desconfianza, inestabilidad o incertidumbre?