LA ANUNCIACIÓN: LA ESCUCHA DE MARÍA
Una de las cosas más hermosas al pensar en la Virgen María es que mucho de su vida no se encuentra escrito, lo cual nos permite hacer el ejercicio de intuirla, de intentar «buscar su Corazón» en aquello que vivía; y es un reto en el amor cuando uno busca «adivinar» aquello que el amado piensa, siente o gusta en tal o cual situación, como cuando un joven enamorado intenta «sorprender» a la chica que ama, adivinando el regalarle algo que le gustaría sin que ella tenga que decírselo explícitamente.
Pues esperemos que este ejercicio de meditar sobre la vida de María nos permita «sorprenderla» con estas reflexiones cuando Ella nos lea.
Creo que una de las virtudes más hermosas de la Virgen María debió ser su manera de escuchar. Cuando hablamos durante las meditaciones de esta Cuaresma de lo que significaba el SHEMÁ, podemos entender que es una manera de escuchar muy profunda y que la verdadera maestra de ese tipo de escucha era la Virgen María, pero al contemplar su forma de ser parecería que Ella llegaba a encarnar aquello que el Señor pedía en el Shemá y de lo que la ley pedía de un judío.
En la cita de la Anunciación, en la que el Ángel le dice a María que la potencia del Altísimo la “cubrirá con su sombra”, una sombra de la misma sustancia de la que estaba hecha la nube, recuerda el Papa Francisco, con la que Dios protegió a los judíos en el desierto.
El Santo Padre habla de esa nube como un silencio profundo con el cual María «cubrió» o protegió el misterio.
Y aquí nos llama la atención algo muy interesante: el Corazón de María se disponía desde el silencio como una aceptación plena desde lo más profundo de su ser. Ella dejaba de hablar incluso en su Corazón para que Dios le hable plenamente y no haya obstáculo en ese diálogo.
Personalmente pienso que cualquier ser humano, (María era humana), no hubiera abarcado una noticia tan grande si no hubiera hecho ese silencio profundo para guardar la tremenda noticia: ¡tener al Hijo de Dios! Para que en ese silencio Dios siga sellando en su corazón ese misterio y las muchas palabras o sentimientos no entorpezcan la Palabra del Señor pronunciada sobre María.
Debe haber sido la actitud, el silencio y la aceptación en María como un deseo de que esa palabra no se le «escape». Y una vez que entraba la Palabra de Dios en su Corazón, regía el curso de su vida totalmente.
Sin embargo, dice el Santo Padre, “El Evangelio no dice nada: si dijo (la Virgen) una palabra o no… ¡Era silenciosa, pero dentro de su corazón cuántas cosas habrá dicho al Señor! ‘Tú, aquel día (de la Crucifixión) –esto es lo que hemos leído- me dijiste que será grande, me dijiste que le darías el Trono de David su padre, que reinaría para siempre, y ahora lo veo allí’. ¡La Virgen era humana” Y quizás sentía el deseo de decir: ‘Mentiras’ ¡Me has engañado!: Juan Pablo II decía esto, hablando de la Virgen en aquel momento.
Pero estos diálogos de María que dice San Juan Pablo II, no eran de rebeldía, sino de un alma que anhelaba profundamente la voluntad de Dios y quería que su Hijo cumpliera plenamente ese plan, porque veía que era parte de su gloria. Aunque a veces en su humano raciocinio encontraba que había que romper un esquema para que esa voluntad de Dios se dé plenamente.
Pero lo asumió, hacía silencio, se entregaba a esa palabra y era total en su búsqueda de asimilarla para no perderla.
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”
Preguntémonos:
- ¿Cuánto busco ESCUCHAR el corazón, la realidad, el sentir del otro y más si es amado en mi corazón?
- ¿Cuánto busco escuchar a Dios; ¿o lo que quiere Él decirme y hacer en mí vida, a través de lo que me muestra o dice el otro?