NADA NOS PIDE EL SEÑOR SI ANTES ÉL MISMO NO SE DA
En el evangelio de San Juan, hay un momento en el cual Simón Pedro es reprendido fuertemente para que tenga conciencia de que nada puede dar si antes no lo recibe de Jesús:
«Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde.» Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo.» Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza.»» (Jn. 13, 7-9)
Ésta es la conciencia de que no somos nosotros salvadores o redentores de los demás, sino que hemos recibido de Jesús y que debemos en primer lugar aprender a ser fieles, atesorando y cuidando lo que hemos recibido, para poder transmitirlo.
Cuantas veces podemos darnos cuenta de que, Dios nos permite tener experiencias “puras” de amor a través de alguien que nos amó: una madre, una abuela, un padre amoroso; y nosotros no somos así con quienes decimos amar, sino que los tratamos mal o nuestro amor es mediocre a pesar de que ya tenemos la experiencia de que el amor es algo mucho más elevado.
A veces uno puede ver que en nuestra Obra en las comunidades hay personas que no buscan nuestra espiritualidad, a pesar de que han tenido ya algunos de sus miembros una experiencia de conocer la espiritualidad a través de Resurgere o por estar en contacto con alguno de los guías. Y aprecian más las prácticas “suyas” o prefieren vivir espiritualidades personales porque no han sabido atesorar lo que Dios les ha dado en experiencias vivas.
O cuánto nos cuesta atesorar mucho más la experiencia continua y constante de ser perdonados por Dios y nos damos cuenta de ello porque se nos dificulta mucho perdonar a quienes nos han ofendido
Es como si estuviéramos vacíos por dentro y cada vez que vemos algo novedoso nos lanzamos a buscarlo, pero en nosotros no hay una actitud de guardar aquello que ya hemos recibido y viene genuinamente de Dios pues ese es el alimento del cual deben nutrirse quienes debemos amar en nombre del Señor.
Por eso en este día, pensemos que, así como en estas reflexiones hablamos de que es importante que, aprendamos a escuchar, el aprender a “recibir” de Dios hace que vivamos en esa actitud de pobreza de Espíritu que Jesús tanto alaba de sus seguidores y que permite que pueda darnos más y más gracia.
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”
Preguntémonos:
- ¿Soy consciente que solamente si aprendo a recibir y a atesorar lo que ya he recibido Jesús, Él puede darme más?
- ¿Soy fiel al transmitir lo que he recibido de Jesús o transmito con mediocridad o incompleto el amor recibido?