Queridos hermanos de la Obra
Se ha iniciado ya el tiempo de Semana Santa, que es un tiempo especial donde el Señor Jesús nos invita a estar muy unidos a su Corazón.
Me ha impactado leer en los dos primeros días de la Semana Santa los Evangelios de la traición de Judas. Particularmente, los Evangelios del Martes y el Miércoles Santo nos acercan al Corazón de Jesús y a sus sufrimientos más íntimos. En esos textos se descubre verdaderamente aquel dolor que poco se profundiza y poco se habla: el dolor de la traición que vivió Jesús de parte de su amigo.
Es aquel momento donde Jesús llega a sentir no solamente la soledad y el frío del abandono, sino también siente el dolor de la traición. No es una victimización de Jesús, es un dolor, porque Jesús se había dado permanentemente a este apóstol que no entendía cómo ser amado. Este apóstol, Judas, es el reflejo de la humanidad de este tiempo.
¿Cuántos de nosotros somos personas que por haber sido heridos en algún momento, nos rehusamos a ser amados? Judas rechaza permanentemente el amor de Jesús. Y, viendo la realidad de la gente de este tiempo, podríamos decir que Judas podría ser cualquiera de nosotros. Porque él también está acostumbrado a no querer dejarse amar. Se le hace más fácil amar, darse, entregarse. De alguna forma Judas quiere dominar el amor.
Todavía recuerdo cómo, en alguna ocasión de mi vida, se me hacía mucho más fácil dar que recibir. Me costaba mucho recibir porque, a veces, cuando tenemos alguna herida en nuestra historia, el dar se nos hace más fácil porque tenemos la seguridad de nuestros propios actos. Podemos, de alguna forma, dominar la acción. Pero recibir nos cuesta mucho más.
Es por eso que en este tiempo el Señor está invitando por Su Misericordia a la humanidad entera a que reciba, a qué reciba el amor de Dios. Cuántos videos de sacerdotes, cuántos ejemplos de médicos, cuánta gente que se está entregando, dando la vida verdaderamente como otros Cristos para que la humanidad vuelva a tener un sentido. Y cuántos de nosotros, a veces, reticentes a recibir ese amor, nos volvemos fríos espectadores de una realidad dolorosa. Pero, detrás de todo esto, detrás de cada sacerdote que sale con el Santísimo a bendecir las calles, detrás de cada video que se hace en esta Obra para cada uno de ustedes, detrás de cada uno de los mensajes de Juan Arturo y los videos que nos comparte, detrás de todo aquello que vivimos en amor como parte de este tiempo, el Señor nos pide amarnos a nosotros mismos, quedarnos en casa, aprender a cuidarnos.
¿Cuántos de nosotros estamos aprendiendo ahora lo que es cuidarnos a nosotros mismo porque nos hemos ocupado de nuestras vidas y de los nuestros?
Aprendamos a recibir y amarnos a nosotros mismos, ese fue el gran pecado de Judas: él no se amaba a sí mismo. Finalmente, el no sabía cómo amar a los demás porque nunca se amo, nunca se perdonó, nunca quiso ser misericordioso consigo mismo. Entonces, no entendía cómo todo un Dios podía respetarlo, amarlo y ser misericordioso.
Que la misericordia de Dios sea el lenguaje en el cual sintonicemos el corazón para escuchar, vivir y festejar este tiempo de Semana Santa. Y que, verdaderamente, en nuestros corazones resuene esa alabanza al Señor de la Misericordia.
La enfermedad no es una maldición. Hay enfermedades que son para Gloria de Dios, como dice el Evangelio. Este tiempo de enfermedad es un bendito tiempo de Cuaresma que va a ser sellado por esta santa y bendita Semana Santa.
Espero de corazón que para cada uno de nosotros esta Cuaresma nunca se nos olvide porque el Señor con toda su Misericordia ha entrado a los lugares más recónditos de nuestras vidas.
Les envío la bendición en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”