Queridos hermanos,
Para mí es un gusto estar con ustedes en esta Santa Misa, como ustedes saben, el Padre Milton hoy también celebró para nuestros hermanos de Francia. Son las posibilidades que uno ha descubierto que por las circunstancias son una oportunidad también de llegar por estos medios. Y les digo esto, porque en todo este día es particular que, estando encerrados, con ésta es la segunda Misa el mismo día que celebramos al Maestro. Y aunque estamos a la distancia y estoy viendo el lente de una cámara, sí puedo decirles que siento esa Presencia del Señor, y que es una presencia que quiere que cada uno sintamos, porque es una presencia que es más sutil, es más suave de lo que a veces nosotros mismos pensamos que es. Importante tener esta idea porque hoy, por ejemplo, en las lecturas que son las lecturas del día -no es que se escogió- y en eso también nos habla el Señor.
La primera lectura vemos a un Pablo -y esta escena es famosa, muchos de ustedes tal vez ya la han oído, la han comentado, la han tenido en algún curso bíblico – San Pablo en el areópago. El areópago era este sitio donde en Atenas los filósofos y demás, se paraban a declamar, ahí era un sitio de reunión, de filósofos, de gente pues que se dedicaba a esto. Acordémonos que Atenas era una de sus dedicaciones importantes en la ciudad, filosofar, discutir sobre las cosas de la vida y especialmente la religión, la fe. Y él se levanta y da todo un discurso donde explica prácticamente desde el inicio quién es Dios, el verdadero Dios. Explica cómo es el que creó todo y esta frase que es tremendamente profunda donde dice: “En Él vivimos, nos movemos y existimos”
Esta frase es una verdad, que solo meditarla nos debería llevar a pensar cómo estamos en esta realidad tan envolvente de Dios. En Él vivimos, nos movemos y existimos. Es un discurso hermoso, si uno se pone a analizar frase por frase de quién es Dios. Y es interesante porque Pablo, si, conocía las escrituras, pero esto lo dice desde el corazón, de un corazón que ama a su Señor, de un corazón que se ha encontrado con Dios y no duda de esto. Para él es experiencia viva, él sabe que sin Dios no vive, por eso su vida es para Dios, porque no hay otra manera. Esta es una experiencia viva.
Pensemos en este discurso porque en todo lo que dice, que pudieran haberles contrariado a muchos ¿en que se quedan? cuando él dice que, Dios el creador de todo resucitó a su hijo Jesucristo -obviamente no dijo que es su hijo- Pero, cuando oyeron resurrección de los muertos empezaron a burlarse.
Este detalle no es menor, porque quiere decir que todo lo que les estaba diciendo, como que les llamaba la atención. Empieza diciendo algo que les podía “sonar” hasta insulto aparentemente, pero en realidad les estaba haciendo un elogio, dice: “ustedes son niños en la fe” es como que veo que quieren creer, su corazón quiere creer y vengo a presentarles a ese Dios desconocido, ese Dios que ustedes intuyen que no conocen.
Es una realidad, y cuando Pablo les empieza hablar se empiezan a maravillar, hasta que llega a este punto de la resurrección de los muertos. Es algo en que los griegos no creían, para ellos era realmente una idea que no tenía sentido, por eso se burlan. Por eso San Pablo después dice que es como tortures, insensatez. La resurrección, la crucifixión de Cristo es insensatez para los griegos y escándalo para los judíos. No sólo el hecho de la crucifixión –obviamente- sino que un crucificado resucite, que un muerto vuelva a la vida. Para ellos no entraba en esa mentalidad de ese tiempo. Por eso también es la fuente y por eso Pablo en otro texto dirá que: “sí Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe.
Hoy estamos en el tiempo de la resurrección de pascua y esta resurrección, es algo que a veces no vivimos como el Señor quiere que la vivamos, si el Señor murió y resucitó fue para darnos vida, y vida en abundancia. Es lo que les está proponiendo Pablo, es un Dios que ha resucitado de los muertos, que ha resucitado, que ha vuelto a la vida. Y aquí es donde tal vez también nos pasa a nosotros, es un Dios que se nos quiere presentar completo, pero nuestra manera de ver las cosas no nos deja, y no vemos toda la bondad y todo el amor que el Señor quiere para nosotros.
Entonces, cuando oyeron resurrección –ahí, como muchos otros creyeron evidentemente, pero fueron los menos, fueron pocos de todo el grupo que había- es como: bueno, bueno de eso te oiremos después, o sea, ni siquiera se molestaron en escuchar.
Esta semana con un grupo, hablábamos de lo que es la “escucha del Señor” y justamente esa “escucha”, eso lo que a veces nos falta, porque queremos escuchar del Señor algo que nos cuadre en nuestra manera de vivir la vida. Por ejemplo, en estos tiempos, en todas las circunstancias de cada día que pasa, en todo lo que ahora a nivel de país pasa, es fácil quedarse en la desesperanza, es fácil caer en la angustia, es fácil llegar a niveles de estrés fuertes. Yo no digo que esa no es una realidad, y en todos estos tiempos es fácil también olvidarse de Dios o renegar de Él o protestarle o quejarse.
Porque pareciera a veces, como que Dios está actuando de una manera que no le importáramos, podría venirnos este pensamiento, o, podrían venirnos pensamientos de cómo está permitiendo Dios esto, pero basados en la manera en que nosotros entendemos las cosas, la manera en que nuestro concepto de Dios entiende, ese es el problema.
Los griegos tenían conceptos de Dios, no una experiencia de Dios, claro que intuían que había un Dios desconocido, pero era no un desconocimiento conceptual, era un desconocimiento vivencial, por eso no lo conocían. Y eso nos puede pasar a nosotros también, Dios quiere vivir en cada corazón, el Señor Jesús vino para eso, y la unidad que nuestro Maestro quiere con cada uno de nosotros no puede ser una cuestión de conceptos o de ideas.
Por eso, cuántas veces se ha hablado de que debemos dejar nuestras estructuras, para encontrarnos con Él, para encontrarnos un Dios que nos ama y en ese amor está para llenarnos de ternura, está para consolarnos, está para de verdad darnos las respuestas, porque como dice en el Evangelio: nos manda a Su Espíritu Santo, para que alcancemos la verdad plena, nos la brinda el Señor, y no lo da por Él mismo como dicen no es el Espíritu Santo solo, es lo que viene del Padre y como todo lo del Padre es del Hijo, entonces están los tres.
Dios entero se nos quiere dar, Dios entero nos quiere llenar el corazón de gozo, Dios entero nos quiere contestar esas dudas que a veces no nos dejan tranquilos, Dios nos quiere también llenar ese corazón que a veces se siente solo, o ese corazón que también ha sido lastimado, Dios quiere derribar nuestras defensas, para que vivamos en libertad. Dios nos quiere felices, pero no podemos llegar a esa felicidad si le estorbamos nosotros mismos con nuestras maneras y estructuras, con nuestras ideas de cómo es Dios.
Por eso, pensemos hoy mis hermanos ¿qué tan desconocido es Jesús para nosotros?, no qué tan conocido, sino ¿qué tan desconocido? O bueno ¿qué tanto lo conozco de verdad? Y no hablo de saberse el Evangelio a través de la palabra de Dios. ¡Claro que uno lo puede ir conociendo al Señor!, pero viendo su delicadeza, por ejemplo un Dios cercano que nunca juzgó a nadie y eso se ve, un Dios que estuvo para acoger a los niños, para jugar con ellos, un Dios que había el sufrimiento de sus compatriotas, sabía del peso también que significaba el Imperio, pero Él no estaba para darles una solución temporal, estaba para darles una solución de vida eterna, y por eso lo buscaban, cómo le dijo San Pedro: “sólo Tú tienes palabras de vida eterna” ¿por qué?, porque esas palabras del Señor eran vida pura y son vida pura todavía, y es una vida que el Señor nos quiere dar, incluso en estas circunstancias.
Pero no es gratis tampoco, es una vida que requiere de nosotros un morir a nosotros mismos, dejar nuestros caprichos, dejar nuestros orgullos, dejar nuestras maneras, dejar nuestras quejas. Hoy, por ejemplo, en el mensaje diario que recibimos nos hablaba de la lealtad, esa virtud, aunque no entendamos, aunque no comprendamos, aunque no nos parezcan, cuando uno es leal el Señor bendice. Cuando uno sigue lo que Dios quiere en nuestra vida, a través de quien nos ponga, el Señor mismo se encarga de ordenar todo.
Hoy por hoy, esa virtud es tan escasa, y no hablo de tradiciones, ni de política, ni de este tipo de cosas, que obviamente ahí están, sino de que a veces hay deslealtad al Señor, y no tanto en la debilidad del pecado, en la debilidad de nuestra carne, esa debilidad que todos tenemos que luchar, sino en qué, no seguimos lo que Él nos pide, aunque nos cueste la vida. Y ponemos pareceres nuestros.
Por eso, la lealtad nos lleva a otro nivel de vida. Pensemos en los apóstoles ellos como les dicen hay muchas cosas, pero ustedes no entienden, ahorita no van a entender, y no pueden cargar con eso, vendrá el Espíritu y les hará entender ¿por qué seguían a Jesús? porque lo amaban, no entendían, pero eran leales a Él. Incluso cuando lo traicionaron, pero supieron arrepentirse y el Señor les llenó de gozo, de paz y de gloria a su lado. Porque los Apóstoles están en la gloria de cielo, por ser leales a Cristo hasta la muerte, por ser fieles a Él, a Su Señor. Como Pablo, porque no había vida sino es en Cristo.
Por eso mis hermanos, hoy que es día del Maestro del Amor y la Unidad, aprendamos de verdad de Él, no de lo que nos parece que Él nos dice, sino de lo que de verdad nos está diciendo y enseñando.
Abramos y pongamos en tela de duda toda nuestra manera de acercarnos a Jesús, incluso desde cómo oramos, pensemos: cuando oramos ¿nos unimos a Su corazón, de verdad? ¿Qué tanto nos unimos al Corazón de Jesús en nuestra oración? Desde ahí, desde lo más básico que uno dice en la oración ¿cómo oramos? ¿Cómo oramos al Señor? Desde ahí preguntémonos, si en verdad estamos amando al Señor y a los demás.
Por eso, mis hermanos más que quedarnos después en la culpa, no, sino el Señor nos quiere abrir algo más y hoy nos vuelve a decir: “Les envío el Espíritu Santo”, ese Espíritu que se habló el domingo y se habló en estos días, para que nos haga entender, invoquémoslo de verdad, para que nos ayude a unirnos al Corazón del Señor, para ser dóciles, para ser discípulos leales y fieles a nuestros Maestro hasta el final, cuándo será el final, sólo Dios sabe, pero que seamos fieles hasta el final.
Que María Santísima nuestra Madre y Reina de la Unidad, nos ayude en este camino para ser uno con Cristo y de decir como San Pablo en algún punto de nuestra vida “ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí”. Pidamos que esto sea carne en nosotros de verdad.
¡Sea alabado Jesucristo!
Padre Eddy de la Torre
Miembro de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”