Festividad del Inmaculado Corazón de María
Cuando nos acercamos al corazón de María, la llamamos Madre y nos llenamos de dulzuras
La festividad del Inmaculado Corazón de María se llevó a cabo el pasado sábado, 20 de junio de 2020. Para celebrarlo, más de 100 personas nos congregamos, a través de la plataforma Zoom, para el rezo del Rosario de la Aurora y, a continuación, para celebrar la Sagrada Eucaristía transmitida desde el seminario en San Rafael.
Entre cantos de amor, Avemarías y letanías, Juan Arturo Crespo, presidente de la OMMRU, reflexionó sobre la importancia de dirigirse a la Virgen María con nombres delicados, apelando a esa esencia de mujer que tiene nuestra Madre, a la que llamamos con variados nombres amorosos como: “Estrella de la mañana”, “Rosa Mística”, “Puerta del Cielo”, entre tantos otros, porque ella es sensible, su corazón es maternal, y está llena de virtudes que deben ser elogiadas, admiradas, veneradas y valoradas, y, sobre todo, imitadas. Porque reconocemos en ella el gran don de Dios para la humanidad. Cuando nos acercamos al corazón de María, la llamamos Madre y nos llenamos de dulzuras.
Durante la homilía, el Padre Milton Paredes, se refirió a este tema en particular: “Qué importante es la ternura, la delicadeza, no únicamente la disciplina, porque uno puede rezar el rosario por disciplina, uno puede entregarse a Dios teniendo ritos y siendo fiel a esos ritos, como una especie de soldado, pero si vivimos así nuestra fe, vamos a durar poco… Pensemos ¿Qué pasa en los hogares donde no hay ternura?, no me refiero sólo a decir palabras bonitas, sino a buscar verdades en el otro, verdades que te acerquen a la ternura”.
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Juan Arturo Crespo
La Virgen María no tenía división en su corazón
El padre Milton, basado al Santo Evangelio (Mt 6, 24-34), en donde encontramos que nadie puede servir a dos señores, puso un ejemplo concreto, se refirió a las películas en las que el “malvado” o el “antagonista” en la historia, está, normalmente, representado con un personaje que tiene una división en su alma.
Y para graficar la gravedad de esta división, el padre Milton, contó un sueño que tuvo en su juventud, a los 18 años;
“antes de que el Señor me llame a ser sacerdote, tuve un sueño, que me ayudó mucho… Primero me arrodillaba en una iglesia frente a un Cristo y juraba servirle para toda la vida, pero después me daba la vuelta y me iba a una iglesia, que estaba al frente, y arrodillado también, le ofrecía servicio eterno a un demonio que estaba metido dentro de un crucifijo… Este fue un sueño que me ayudó a tomar una decisión, que fue esencial para mi vocación… Este demonio, me proponía continuar con las cosas que me hicieran feliz, aunque no necesariamente fueran parte de los mandamientos. Algo que me sirvió de ese sueño fue entender que tenía que escoger entre dos caminos y que, si escogía a Dios, tenía que ser verdaderamente radical en eso… y, a mis 18 años, entendí que no puedes quedar bien con la sociedad, por ejemplo, y ser de Dios, no puedes hacer las dos cosas.”
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Padre Milton Paredes
No podemos servir a dos amos, aunque esto nos lleve a dejar de agradar a todo el mundo, el padre Milton enfatizó: “Hay gente que dice: yo quiero seguir a Dios, pero no quiero perder a ningún amigo, y no se puede. La palabra de Dios lo dice; mientras tu corazón esté sirviendo a dos dioses, tu corazón estará dividido.” Y en este punto, puso de ejemplo a la Virgen María: “Es el signo del corazón indiviso, ella siempre servía desde el amor profundo y tenía a Dios primero, sobre todas las cosas.”
El resentimiento divide nuestro corazón
El resentimiento divide el corazón en dos. María, que tenía un corazón indiviso, no tenía resentimiento.
El padre Milton habló sobre las personas que viven con tantas heridas sin sanar, y sus corazones se dividen de varias maneras, por ello recalcó la importancia de sanar, de repetir tantas veces la frase: “te perdono”, hasta el momento en que ya no quede dolor. Pero todo este proceso se debe hacer con voluntad y discernimiento.
Y por el otro lado, también debemos asumir las responsabilidades de nuestra vida. Muchas veces, denunció el padre Milton, miramos nuestra propia vida como una película, no tomamos decisiones, culpamos a otros, no asumimos, y nos dejamos llevar por las circunstancias de la vida, pero no como protagonistas, sino como meros espectadores. Incluso no reparamos el pecado que cometemos, las heridas que causamos en el Corazón de Dios y en los corazones de nuestros hermanos.
La confianza unifica
Hay infidelidad en la desconfianza. La persona desconfiada se guarda las cosas, hay una parte que oculta y esa parte, Dios no la puede tomar; por esa parte somos infieles.
Como una importante conclusión, el padre Milton dijo: “Cuando tu confías en alguien, tu ser se unifica, y no soporta la mentira”. Y compartió su testimonio, habló sobre sus vencimientos con el Padre Juan, que fue su guía espiritual: “A veces pensamos que al guía espiritual le debemos contar lo bonito y decirle; hoy me levanté, me peiné, recé, me confesé y así estoy todo bonito y alegre… pensamos que eso es guía espiritual, pero eso se llama hipocresía, eso se llama división, porque cuando tu confías en alguien, le dices lo bueno, pero sobre todo le dices lo malo de ti…” “Al padre Juan le dije: no quiero ser una persona que usted piensa conocer, pero que en realidad no conoce, quiero tener una relación de confianza con usted”.
Luego añadió: “Es un pecado grave contra el amor, que, teniendo a alguien confiable en tu vida, no confíes”.
Para ejemplificar, el padre Milton recordó que los partidos políticos suelen decir: ¡Lo que nosotros decimos, lo cumplimos! Pero la verdadera unificación del corazón comienza en la autenticidad de la confianza, que acoge la Verdad y no la contradice con sus actos.
Finalizó la homilía pidiéndole a la Virgen María, que en su amor y en su cuidado nos ayude a alcanzar las gracias para tener corazón semejante al suyo, esencialmente indiviso, y que podamos encontrar la ternura y el acompañamiento de una amistad verdadera cimentada en el amor de Dios.