Quito, 11 de agosto de 2021
Amados hermanos, reciban un abrazo fraterno desde lo más profundo de mi corazón.
Comenzamos el mes de agosto con la inmensa gracia que nos vino de la mano de María, nuestra Madre y Reina de la Unidad, que siempre derrama bendiciones y cuidados sobre sus hijos de la familia de la Unidad, pueblo amado y cuidado por Dios y llamado a caminar por los senderos desconocidos de su Amor infinitamente misericordioso.
Cómo no agradecer al Cielo, cuando el jueves 5 de agosto, día bendito de nuestra Madre, el Señor nos dio la muestra clara de que, por nuestra fe y obediencia, Él podría mover cualquier montaña. Y es que, ¡cuánto hemos recibido y visto en este camino de la Obra! Jesús y María han revolucionado nuestras vidas con su amor de una manera única.
Cada uno de nosotros hemos sido rescatados día a día por su mano misericordiosa, que se nos ha mostrado de tantas maneras. Hemos visto, oído y recibido milagros suyos y su Gracia nos ha ido transformando.
Ser agradecidos profundamente con el Señor por todo lo que hemos vivido, no es solo un acto de humildad, sino una sentida expresión de un amor verdadero, que está lleno de confianza y esperanza en Él. De un amor que motiva cada paso, cada decisión y aclara los corazones que, con sencillez e inocencia, se permitan amarlo a Dios como lo hacen los niños, que aman a su Padre por sobre todas las cosas, porque en la vida no hay nada mejor que sentirse acogido cálidamente en los brazos del Padre.
Permítanme hacerles un pedido especial en nombre del Señor, y para eso, cito a nuestro Santo Padre, en una frase sencilla pero que mucho nos dice:
“En este tiempo hay tanto silencio. Incluso se puede oír el silencio. Que este silencio, que es algo nuevo en nuestros hábitos, nos enseñe a escuchar, nos haga crecer en nuestra capacidad de escucha. Oremos por esto.” Santo Padre Francisco, 21 de abril de 2020.
El silencio, actitud esencial del alma que nos permitirá escuchar la voz de Dios, que quiere que lo escuchemos y así podamos reconocer todo lo que Él nos ha dado, especialmente en este tiempo, y que anhela que aprendamos a mirarlo y reconocerlo a través de cada circunstancia que vivamos.
Cuántas gracias, sin saberlo siquiera, hemos recibido de manos de María Santísima, en lo que lleva recorrido este año; cuánto Dios nos ha sostenido con la presencia y servicio de nuestros sacerdotes y, sobre todo, de la Violeta de su Corazón, a través de quien nos guía y nos muestra cómo afrontar la vida día a día, ante cualquier circunstancia.
Qué importante es tener verdaderos momentos de silencio y de contemplación, para poder escuchar lo que el Señor nos dice, para permitir al Espíritu Santo que nos ilumine y nos llene, y poder así abrir los ojos del alma y conocer el camino, en esa dulce pero también exigente pedagogía de nuestro Maestro Jesús del Amor y la Unidad.
El mes de julio vivimos una fuerte prueba como Obra, que nos ha llevado a unirnos en la fe y confianza en el Señor, y a recurrir a la oración constante para sostenernos; prueba en la que cada uno pudo reaccionar de manera distinta, y fue una oportunidad para conocernos a nosotros mismos, de pesar y valorar la vida, de la que no somos dueños, que podríamos perderla en tan solo un instante, vida que se nos entregó para que, en completa libertad, sepamos ponerla a los pies del Señor, no solo para que Él la cuide y la bendiga, sino para que disponga de ella, que sepa que cuenta con cada uno de los hijos de su Obra, y así ser portadores de esperanza, de luz, de verdad y amor misericordioso del Dios cercano e íntimo.
En este agosto tendremos la oportunidad también de vivir el silencio y el reposo en el Señor, al que nos invitó nuestro Santo Padre.
Después de que algunos pasamos el virus del covid, se vuelve necesario el descanso. Es tiempo también que nuestros sacerdotes y consagradas entren a retiro y vacaciones. Serán unas semanas de receso, tal como se ha venido haciendo cada año, excepto el año pasado en que estuvimos en constante actividad en medio de la pandemia.
Como en Dios todo tiene un sentido, y nada es casual, todo es una oportunidad para unirnos más a Él; en nombre de nuestro Maestro Jesús, los animo, entonces, a que tengamos un verdadero y bendecido tiempo de descanso con nuestras familias, en la dulce presencia de nuestra Madre y Reina de la Unidad. Y que también sean días de reflexión, que miremos con profundidad y verdad aquello que hemos vivido en este tiempo, las gracias que se han derramado sobre nosotros, lo que significan las vidas de cada uno de quienes van por delante guiando esta Obra, y, cuál ha sido la actitud que hemos tenido frente a todo esto.
Es imprescindible, mis hermanos, que tengamos estos momentos de mirarnos sinceramente ante Dios y que humildemente nos dejemos “podar” en su Misericordia, para la Gloria del que es el Dueño de todo y nuestra verdadera felicidad. Sabiendo que nos guía con su tierno amor, y nos seguirá llevando, porque busca mucho más de cada uno de nosotros, ya que estamos llamados a ser parte del gran proyecto de Dios, a través del Inmaculado Corazón de María.
Mis queridos, les agradezco de corazón todas sus oraciones, ofrecimientos y amor, en este tiempo y los invito a que sigamos caminando en la docilidad y humildad, de la mano y ejemplo de nuestra Madre Bendita, a través de la Oración del Rosario que no se suspenderá. Retomaremos nuestras reuniones regulares la última semana de este mes.
Con amor fraterno, hasta nuestro siguiente encuentro. Que Dios nos bendiga mucho mucho.
Juan Arturo Crespo V.
Presidente OMMRU