Carta Diciembre 2019

Carta Diciembre 2019

“Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.” (Mt. 24, 42)

Amados hermanos de la Obra de la Unidad en Ecuador y en el mundo.

Reciban un cálido y sincero abrazo fraterno. Ha llegado diciembre, mes en que todo se reviste de alegría inocente y esperanza. El tiempo más hermoso para todos los cristianos en el mundo. Mes en que el corazón se abre al reencuentro con aquellos que se ama. Muchos dirían que es por tradición, pero es un pretexto para que Dios pueda derramar sus gracias en aquellos que buscan amar, perdonar y encontrar la paz en medio de los suyos. Son tiempos de bendición y amor extraordinarios para toda la humanidad, pues el Rey de reyes nacerá entre nosotros y busca un hogar cálido, humilde, inocente y tierno para nacer. No importa si es pobre, no importa si es pequeño, ese será el hogar que San José y la Virgen María preparen para que nuestro amado Niñito Dios venga a morar en él, llenándolo con su dulce presencia y amor incalculable.

Ante la locura del amor de Dios, que envía a su Unigénito a salvarnos, nos da también la gracia de prepararnos. Nos da el tiempo y nos llama a aprovecharlo como los hijos fieles que queremos ser día a día. El tiempo de Adviento nos llama a mirarnos profundamente. Nos lleva a hacer un recorrido por nuestra vida durante el año, descubriendo el amor de Dios actuante y grandioso. Este Amor que nos ha llevado a vivir cada situación, sin importar la que sea, como una oportunidad para ser mejores hijos de Dios. Un llamado de conciencia para saber qué es lo que llevaremos a los pies de Jesús como ofrenda y regalo el día de su Nacimiento.

Quisiera citar unas palabras de nuestro Santo Padre, Francisco, quien nos llama al encuentro diario con el verdadero amor, nos invita a la libertad del corazón que quiere encontrar a Dios.

“..En este tiempo de Adviento estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande..” SS. Papa Francisco, 27 de Noviembre 2016.

Reflexionando las palabras de nuestro Santo Padre, me es inevitable pensar en nuestra Madre María. Contemplativa, humilde, mansa y atenta a todo cuanto Dios le iba mostrando día a día en medio de la realidad típica de una mujer de su época. La Santísima Virgen no tenía seguridades humanas, su única seguridad era Dios, vivía inmersa en la Voluntad del Padre Celestial, a quien amaba por sobre todas las cosas. Vivir y ser así la llevaba a ser Hogar para el Hijo de Dios, incluso antes de que el Ángel viniera a anunciárselo.

Pensemos en la joven María, que no rechazó a nadie, sino más bien buscó aprender de todo y todos. En cualquier situación que vivió día a día, difícil o gozosa, la Santísima Virgen le decía “Sí” a Dios, “Sí” al querer Divino. La docilidad en María y la manera en que Ella contemplaba y descubría a Dios en lo grande y en lo pequeño, la llevó a ser el Dulce y Acogedor Hogar de nuestro Jesús. Ella estuvo siempre lista para la Venida del Señor.

Ante esta actitud que nos muestra nuestro Santo Padre y ante la pequeñísima mirada que damos a lo que podemos imaginar de la vida de la Reina, solo cabe una pregunta: Y yo, ¿cómo acojo el hacer de Dios, que se manifiesta en mi día a día, en cada persona que tengo al lado, en cualquier circunstancia, grande o pequeña de mi vida?

Dios ha estado llamando a su Pueblo desde siempre. Jesús vino a mostrarnos lo que es amar y ser dócil y obediente con el Querer divino, y fue así que nos redimió. María es nuestra Maestra para caminar humildes y libres de tantos “esquemas consolidados”, como nos lo dice el Santo Padre. Los santos y mártires han dado todo para decirnos, con sus vidas, que el Amor lo vale todo y lo puede todo.

Dios ha dado un carisma nuevo a su Iglesia, el Amor y la Unidad, donde busca tocar y transformar a través del amor y la verdad esencialmente al ser. Donde la misericordia es plena para cada alma.

Esto debe llevarnos a un cuestionamiento profundo, de cara a Dios, ante todo lo que nos ha revelado durante toda la historia y durante nuestra vida. Cuán importante es tener una mirada interior para descubrir en cada uno de nosotros aquellas actitudes de rebeldía, aquello de lo que nos aferramos con miedo a perder, aquello que nos frena a aprender humildemente a ser diferentes. Cuánto podemos estar muy instalados en pensamientos y criterios “seguros”, donde nos sentimos empoderados y nos cegamos ante el corazón del otro, muchas veces ignorándolo o peor, maltratándolo. Debemos darnos cuenta que desde ahí miramos la vida, a las personas que nos rodean y a cada circunstancia. Eso es un obstáculo enorme para descubrir la voz de Dios día a día. Obstáculo enorme para ser “hogar” que acoge al otro, sin miedo, sin juicios.

Cuando pienso en María, pienso en ese Hogar tierno y acogedor que es para cada alma, sin distinción alguna. Pienso en el Lugar de misericordia y bondad que es para todos, donde aún el más miserable es amado sin ninguna condición, valorado y levantado.

Ningún miembro de la Obra puede ser indiferente a esta forma de ser y amar. A esta forma de abandonarse confiadamente en Dios, sin que intervengan la lógica o ningún pensamiento humano. Amar no tiene lógica humana, no. Y es de esta forma que estamos llamados a actuar.

Tenemos la realidad de un Santo Padre que por ser instrumento de la Misericordia es criticado y atacado. Un hombre fiel a su Llamado y que no le importa gastar su vida en lo que hace, porque ama a Dios por sobre todas las cosas y a esta humanidad como Jesús la ama. Un hombre que nos está marcando la ruta, pero que necesita de esta Obra que ore, que lo ame y lo sostenga, pero sobre todo, que sea fiel. Que cuando él nos conozca sepa que tiene hijos que, al igual que él, estamos dando la vida por Cristo. Que hay un grupo de hombres y mujeres valientes que se dejan a un lado a sí mismos para que la verdad y la misericordia reinen en sus vidas y en este mundo.

Mis hermanos. Este mes los invito en nombre del Maestro Jesús del Amor y la Unidad, a tener decisiones radicales de cambio, pero sobre todo una decisión definitiva de volcarnos enteros a amar, desde la ternura de María, sin pensar si somos perfectos o no, si nos equivocamos o no, o si nuestro corazón es pequeño o pobre, no importa. Dios se hace fuerte en lo débil. Debemos aprender a ser como María, “Hogar para el otro”, “hogar para Dios”. Veremos los frutos y su Gloria en nuestra vida y en la de los nuestros, si así actuamos.

Me despido de cada uno de ustedes con un cálido abrazo fraterno, rogándoles al Señor Jesús y a su Madre María la bendición para cada uno de nosotros y nuestros seres queridos en esta Navidad.

Juan Arturo Crespo V.
Presidente OMMRU
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