Sagrado Corazón de Jesús, Corazón humilde, Corazón Fiel, Corazón que llama, Corazón que ama y se da hasta el extremo. Corazón que es el Camino y nos muestra cómo andarlo
Amados miembros de la Obra de la Unidad, en Ecuador y en el mundo.
Hemos vivido un mes intenso de oración a través del santo Rosario, en comunión con María. Ella nos ha tomado de la mano para conquistarnos, enamorarnos y suavemente llevarnos a las moradas del Corazón de su Hijo. Su vida y sus enseñanzas se convierten en la llave que abre la cerradura de la puerta.
Así como la cabeza es la morada del pensamiento, el corazón lo es del sentimiento y de las pasiones, de la alegría y de la tristeza, del amor y del deseo. Nada hay tan íntimo en el hombre como el corazón: por el corazón somos buenos o malos, agradamos o desagradamos a Dios.
Comenzamos el mes de junio, mes del Sagrado Corazón de Jesús. En este tiempo es necesario disponernos, una vez más, a entrar en este lugar íntimo de la divinidad. Las puertas se nos abren de par en par para contemplar el infinito amor de Jesús hacia su Padre y hacia nosotros, su dulzura, su humildad, su celo ardiente para con los intereses de su Padre, sus sentimientos de bondad, de ternura, de compasión hacia nosotros, y del deseo más vivo de hacernos felices hasta sacrificar su vida por ello.
María, abrió libremente su Corazón y su ser entero, como hogar cálido en el que se albergaría al mismísimo Hijo de Dios. Es justamente en este tiempo, cuando Jesús estuvo en el santísimo vientre de María, que estos dos corazones se unieron en el más grande y puro amor. Gracias a la confianza plena, a su actitud silente y de escucha a la voluntad de Dios y a su opción inamovible por Yahvé, se lleva a cabo el plan de Salvación y la Ley del Amor.
Es fácil quedarse viendo sorprendido la vida Jesús, los episodios de los apóstoles o de María y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Pero si no trasladamos eso a la vida diaria, en vano habría sido escrita cada palabra del Evangelio. A veces nos llamamos “devotos del Corazón de Jesús” y esto despierta en nosotros cierto afecto, nos hace derramar una que otra lágrima, nos llena de gustos y de consuelos sencillos. No obstante, si nos limitamos a esto, no estamos amando al Corazón de Jesús, sino a nosotros mismos. Creemos que nuestra devoción es verdadera, cuando en realidad es una ilusoria, vana y estéril satisfacción.
Esta devoción debe ser bien entendida. Estamos llamados a transformar nuestro propio corazón sobre el de Jesús; imitar las virtudes cuyo modelo nos presenta (cf. Fil 2.5); asumir en nosotros su dulzura, su humildad, su paciencia, su caridad, su pureza, su ternura, su pasión. Si el Corazón de Jesús vivió la traición, el desprecio, la indiferencia, la humillación, ¿por qué nosotros hemos de huir a ello? Dispongámonos, mas bien, para tener estas virtudes con inocencia de niños, con fortaleza de guerreros y con alma transparente.
Roguémosle que nos ayude a adquirir estas siete virtudes a continuación:
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña a obedecer por puro amor a su Padre y a nosotros.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña a ser valientes para amar, aunque implique el riesgo de salir herido o perder incluso la vida. Pero la confianza puesta en el Padre, en el Amor mismo, es algo que lo lleva más allá de sí.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña a dar sin esperar nada a cambio. Pero también nos enseña a recibir con humildad y alegría aquello que nace del amor de otro corazón.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña el amor a la verdad y la valentía y el furor con que debemos defenderla. Sin miedo a lo que el mundo pueda hacernos por ello.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña la Misericordia infinita. Aquel amor tierno y cálido que abraza al caído, que ama al pecador y dulcemente sana sus heridas hasta dejarlo limpio.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña la alegría de vivir. Nos muestra cómo abrazar y besar la vida de cada uno, sin victimizarse, sin querer huir, sin pensar en sí mismo, sin buscar un criterio mejor, solamente buscando ser fiel al Querer de Dios Todopoderoso.
- El Sagrado Corazón de Jesús nos enseña a ser creativos para buscar al otro. Pues ahí también se encuentra la esencia de Dios, en ese “otro” que Dios pone en mi camino para darme algo a través de él y darle algo a través de mí.
El Sagrado Corazón se nos da entero para que entero, también nosotros, nos demos con Él a los demás. En este mes guardemos las palabras de SS Benedicto XVI como un pacto de Amor entre este Dios que tanto nos ama (cf. Jn 3.16) y nosotros, su pueblo:
“Su Corazón divino llama entonces a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para fiarnos de él y, siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas”.
Si la Obra es misericordia de Dios para el mundo y nosotros estamos siendo rescatados por ella, entonces somos agentes y portadores del Corazón de Jesús que ama sin límites. Es por esta razón que debemos confiar en la gracia que está ya sobre nosotros (cf. 2 Cor 12.9).
Guardemos estas enseñanzas en el corazón, de manera que sepamos como Obra sostener, no solamente nuestras realidades pequeñas, sino la de un mundo y una Iglesia que pareciera que se caen en pedazos. Tenemos todas las herramientas para caminar y responder al llamado de nuestro Dios.
Ahora, al decir la jaculatoria: “Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío” entremos en la dimensión celestial en la que nos configuramos con Cristo (cf. Rom 13.14), tomando en cuenta todo cuanto en esta carta se ha dicho y vamos a reflexionarlo.
No detengamos la oración en este mes, pues necesitamos sostenernos del diálogo constante con Dios, para vivir a diario en su Voluntad.