Consigna del Año 2020

Consigna del Año 2020

Quito, 13 de marzo de 2020 

Amados hermanos, miembros de la Obra de la Unidad: 

Reciban un cálido abrazo al inicio de nuestro nuevo año, que está marcado por un propósito o consigna espiritual particular que, como hijos de María, Madre y Reina de la Unidad, nos proponemos alcanzar año tras año, como expresión concreta de nuestro deseo personal y comunitario de avanzar en la Espiritualidad del Amor y la Unidad.

El año que ha terminado nos decidimos por ser fieles al propósito de trabajar en nosotros mismos para alcanzar la unidad interior a través del “Hágase” confiado y total de María. 

Y para realizar nuestra consigna nos comprometimos a aprender de nuestra Madre a cultivar el silencio interior, actitud Suya fundamental que nos permitió abrir nuestra puerta espiritual interior y entrar en comunión con el Espíritu del Señor; proponiéndonos, entonces, desarrollar el buen hábito de abrir siempre nuestro corazón a Dios, permaneciendo atentos a escuchar su Palabra, para acogerla en medio de nuestras actividades cotidianas. Nos propusimos también aprender de María a aceptar con amor los designios Divinos y a no querer otra realidad para nosotros, a acoger con humildad y sin quejarnos el plan de Dios en nuestras vidas; a tener un corazón inquieto y que no descanse hasta dar gloria a Dios con nuestra vida; a tener esa apertura, esa generosidad sin medida que se entrega por completo por amor a Dios y a los demás; a confiar en que Dios siempre cumple sus promesas y que con nosotros no va a hacer una excepción, porque Él es infinitamente bueno y fiel; y a confiar en que Dios puede hacer cosas grandes con nuestra pequeñez cuando se la entregamos totalmente.

 Si a lo largo del año que finalizó fuimos fieles al pedido del Señor y nos esforzamos en vivir el “Fiat” de su Madre bendita, entonces, permítanme decir en nombre de Jesús: ¡GRACIAS! porque de seguro este año fue algo duro y nos costó muchas veces ser fieles al pedido del Señor. Tengamos muy en cuenta que el Señor, que mira el corazón del que busca agradarlo, no lo deja sin su recompensa y su grande bendición.

También tengamos la certeza que María, como Madre amorosa de la Iglesia y Madre y Reina nuestra, en su inigualable humildad y fidelidad, siendo la perfecta María, la Esclava de Dios, nos fue guiando en cada uno de los días del año que ha pasado. Tengamos la certeza de que Ella ha intercedido por cada uno de nosotros incansablemente, y en nuestras dudas, en nuestras preocupaciones, en nuestras caídas, Ella, con su “Hágase” santo, con su “Fiat” total, ha sellado el Sagrado Corazón de Jesús con sus besos para que no se preocupe el Señor ni se fije en nuestras faltas de este tiempo.

Estemos también seguros de que muchas cosas buenas han sucedido este año dentro de nosotros, y por la gracia y misericordia de nuestro Señor Jesús hemos crecido, hemos caminado, hemos aprendido a mirar más allá y, algunas veces sin mirar, nos hemos entregado confiadamente a nuestro Dios cercano y amigo, que ha estado siempre a nuestro lado. 

Por eso los invito, en nombre de nuestro Jesús, Maestro del Amor y la Unidad, a que ahora nos dispongamos a asumir una nueva Consigna que el Espíritu Santo nos propone, porque se marca ya un nuevo tiempo en la consecución de todo cuanto se ha anunciado para este nuevo año.

Evangelio según San Mateo 6, 7-13: 

“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración, no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes pues, oren así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.” 

Uno de sus discípulos le pidió a Jesús que los enseñara a orar y Él lo hizo, enseñándoles la oración del Padre Nuestro. Es así como Jesús nos regaló esta oración siendo la oración cristiana fundamental, la que todos nos sabemos, grandes y chicos, la que rezamos en la casa, en el colegio, en la Misa. A esta oración también se la llama “Oración del Señor” porque nos la dejó Cristo y en esta oración pedimos las cosas en el orden que nos convienen. Dios sabe qué es lo mejor para nosotros. 

Tomando en cuenta la “Oración del Señor” tenemos un nuevo pedido que cumplir fielmente este año: la nueva Consigna para los hijos de la Obra de la Unidad es: hacer vida al Padre Nuestro en nosotros y que pidamos incesantemente “Venga a nosotros tu Reino”. 

Sí, mis hermanos. En este año debemos clamar a Dios con profunda fe y confianza que venga a nosotros el Reino del Padre, y así lograremos que el Cielo esté en la Tierra y en cada uno de nosotros. 

Los invito a que tratemos de vivir el Padre Nuestro. Que no sea solo repetir palabras sin fijarnos en lo que estamos diciendo. Debemos “dialogar” con nuestro Padre Dios. 

En este año tenemos que hacer carne cada frase y, sobre todo, suplicar que venga a nosotros su Reino en todo cuanto suceda, en todo cuanto vivamos. Que venga a nosotros el Reino del Padre, su Luz y su Justicia. Que venga a la tierra el Reino del Padre y que mire con misericordia este mundo.

¡Venga a nosotros su Reino! Tiene que ser un clamor en nosotros desde el amanecer. Tiene que ser una jaculatoria permanente en nuestros labios, y así haremos posible que el Reino del Padre se dé en la Tierra y el triunfo del Corazón Inmaculado de María sea una realidad, después de que ya hemos vivido su “Hágase” en cada uno de nosotros.

Es tiempo de pedir con mucha fe y amor al Padre que venga su Reino, que ponga paz, que ponga justicia donde hay guerra. Entonces el Reino del Padre no solamente se establecerá en el mundo, sino también en nuestras propias vidas.

Empecemos por allí: pediremos que venga en nosotros el Reino del Padre, entonces viviremos poco a poco la unidad interior perfecta. Y todo se irá poniendo en orden en nuestra propia pequeñez, en nuestras propias vidas, porque Dios es un Dios de orden. Todo se irá dando en nuestras vidas, sabiendo que Él es perfecto y que nos llama a ser perfectos en el amor, como el Padre y Jesús son perfectos. 

Tenemos el mandato de meditar el Padre Nuestro, y si lo hacemos de corazón, imaginemos cuánta será la dicha si logramos vivir el Reino de Dios en nosotros; y qué maravilla será ver a Dios Padre obrar con su mandato, con su verdad, con su luz, con su amor pleno, en los acontecimientos de este año nuevo que empieza, porque ¿quién como Dios?

Pero en nosotros debe vivir el deseo ardiente de que venga a nosotros el Reino de Padre. 

En María hubo el deseo, antes de que su Jesús se hiciera carne en su vientre y de que naciera, Ella pedía que venga ya el Hijo de Dios Vivo, el Mesías. Fue María quien adelantó el tiempo de la Venida, fue su Madre bendita, su amor y su pureza, que lo hizo. Así nosotros comprometámonos a pedir que venga ya, que venga pronto el Reino a nuestras propias vidas y a este mundo, pero sobre todo a la Iglesia de Cristo.

Si somos fieles en cumplir lo que se nos ha pedido, estemos seguros que por gracia poco a poco nos volveremos más profundos y podremos descubrir más en esta bendita espiritualidad.  Por ello en todo lo que vivamos pidamos al Padre que venga su Reino, el Reino del Padre que es la paz en los hombres, que es la justicia y la misericordia, que es el orden, es la vida en nosotros mismos, en nuestras propias vidas, en la Obra del amor de Dios, y en la Santa Iglesia de Cristo. El Reino del Padre en todos aquellos humildes que aman a Dios. El Reino del Padre en la verdad. 

Pidamos con toda el alma, uniéndonos a nuestros sacerdotes, y sabiendo que somos escuchados, para que la palabra de nuestro Jesús se cumpla. Oremos como el Señor nos enseñó a orar, sabiendo que vino a enseñarnos a amar primero a su Padre. Que vino por el Padre para darlo a conocer, y fue por su amor que se hizo Hombre.

Unámonos profundamente este año a nuestro Jesús, al Cordero de Dios, el que quita los pecados del mundo. Nuestro Amigo que nos lleva al Reino de su Padre. El Cristo que dio su Carne y su Sangre, el que nos enseñó a morir para dar vida. 

Sabemos por nuestra fe que todo en el Señor Jesús es y se da a nosotros. Él es y quiere morir y vivir en nosotros y quiere que su Carne y su Sangre dé fruto en nosotros; quiere que el mundo cambie, que solamente sembremos amor y paz; que sembremos lo que Él ha dado en la Cruz, sabiendo que esa es la única forma en que se puede amar: hasta el exceso, sin nada, donándose totalmente. Ese es el “soldado de Dios”, ese es el que tiene ya en si la victoria, ese es el que lleva en sí y rinde homenaje al Reino de Dios.

Que nuestra Madre y Reina de la Unidad, anime nuestra plegaria permanente y seamos fieles y perseverantes en cumplir con la consigna de este año que inicia. 

Con amor fraterno en el Maestro y nuestra Madre y Reina de la Unidad, y pidiendo al Padre que nos bendiga y pronto venga su Reino a nuestras vidas, me despido.  

Juan Arturo Crespo V.
Presidente OMMRU
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