APRENDER A MORIR, COMPLICARNOS LA VIDA POR EL OTRO
Aunque nuestra vida se desenvuelva en medio de circunstancias dolorosas y complicadas, la palabra del Señor es la misma para todos:
«En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos». 1 Juan 3,16.
Para nosotros este «dar la vida» en el día a día tal vez no tenga la característica de derramamiento de sangre, pero sí de desacomodo, de sacrificio, incluso de pérdida, porque «Quien pierda su vida por mí y por el evangelio la conservará».
Es decir, Jesús nos llama a «perder la vida» de forma real.
Tal vez aquí valga la pena preguntarnos: «¿Qué perdemos en el día a día por amor a Jesús?»
Pongámonos a pensar acerca de lo que significa que Jesús nos pida perder «nuestra vida» por Él, es decir, a qué podría cada uno de nosotros llamar «mi vida”.
Ejemplos:
– Estoy descansando y alguien de mi comunidad me llama por teléfono y, en teoría, tengo derecho a descansar porque es «mi vida», pero se trata de alguien que necesita que no solamente responda, sino que además ponga el corazón en aquello que le voy a decir. Entonces tengo dos opciones: vivir mi vida o «perderla» y «perder» mi valioso tiempo para que mi hermano quede con el corazón tranquilo.
– Llego cansado a mi casa y quisiera que mis hijos o quienes amo y conviven conmigo me dejen descansar o mi esposa me atienda, pero siento la desconexión con ellos y que aún cansado debo salir de mí mismo y, en lugar de dejarme llevar por la pesadumbre y el cansancio y aquello que siento es «mi derecho», pongo atención al escucharlos y «pierdo mi tiempo» con ellos y fruto de eso ellos quedan con el alma en paz…
– Tengo que hacer algo por Dios y es lo primero que hago en el día, es lo primero que planifico y lo primero que atiendo, antes que «mis» planes, «mis» proyectos, «mis» trabajos, o «mi» horario, los cuales quedan en segundo plano cuando de Jesús se trata, aunque otras personas con mucho «criterio» me digan eso es gastar mi vida en algo inútil.
– Algo tan simple como ir conduciendo y en lugar de dejarme llevar por las iras y pitar con fastidio a la gente que causa tráfico y que me quita «mi paz», me tranquilizo para que Jesús pueda habitar en mí y sea la paz de Jesús la que me haga actuar y contagie esa paz a quienes van conmigo.
– Me llega al celular un mensaje que, en nombre de Dios, ya sea de formación o una lección de vida o un llamado, me envía un referente en Dios, y en lugar de leerlo al final del día detengo «mi actividad» para darle prioridad a eso.
– Me es más fácil no decir nada a alguien que amo porque si le digo va a ser un problema y prefiero quedarme callado en algo que siento que debo corregir, pues ese diálogo va a resultar estresante y tal vez pierda algo de «mi» paz.
Estos ejemplos u otros más claros son solamente porque a veces nos preguntamos qué querrá decir Jesús cuando nos pide perder la vida, y cuando nos damos cuenta de que Jesús me pide una parte de «mi vida» lo vemos como algo muy distante o que algún día sucederá, o que eso es solo cosas de curas o gente realmente entregada.
Entonces la pregunta es: ¿Cuándo me voy a entregar? ¿Qué estoy perdiendo de mi vida hoy, para demostrarle a Jesús que lo amo hoy?
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”
Preguntémonos:
- Decía un sacerdote que, uno ama a alguien en la medida de cuántas cosas ha renunciado por amor a esa persona. ¿Cuánto amamos a Jesús, según las renuncias que hacemos por Él, día a día?