EL QUE SIRVE, DEBE SER EL DISCÍPULO PERFECTO DEL MAESTRO
“Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor” (Juan 12, 26)
Cuando hablamos de servir, algo que es importante mirar en nosotros mismos, es cuánto nuestro corazón va detrás de aquello que amamos.
Pongámonos a pensar, cuando amamos a alguien nuestro corazón nos lleva a centrarnos en esa persona, en cómo alegrarle el día o como darle más felicidad y para eso captamos muchas cosas como la expresividad de esa persona, incluso nuestra percepción de sus detalles, sus gestos, sus colores, sus manías e incluso sus defectos, pero vistos con ternura, todo es parte de un mundo que por el amor vamos haciendo nuestro incluso inconscientemente.
Al punto que entre dos personas que se aman muchas veces empiezan a escuchar el mismo tipo de música o hacen chistes parecidos o tienen frases semejantes e incluso en las posturas o gestos se empiezan a parecer.
Todo ese proceso se hace mucho más fácil mientras más amor exista y cuando es un amor puro, que busca el bienestar del otro, entonces ese amor hace que quien ama busque constantemente “estar” para el otro.
Y ese “estar” es un acto que nace desde dentro y va reflejándose en actos externos, pues el servicio puede darse de diversas maneras de forma natural, uno puede servir al otro en la escucha silenciosa, otras veces al decirle algo que le sostenga, o preparándole algo de comer e incluso regañando a la persona que amamos porque sabemos que lo necesita.
Esta reflexión nos lleva a pensar que el que más se ama será siempre mejor servidor de aquel a quien ama.
Hay padres que pueden percibir el más mínimo cambio en sus hijos sin que ellos les digan algo pues el amor les hace estar permanentemente “inclinados” hacia quienes aman.
Se dice que para la Virgen María San José se convirtió en un servidor tan grande que era como que adivinara todas sus necesidades incluso antes de que ella hablara para contárselas.
Por eso Jesús dice que quien sirve debe ser Discípulo perfecto del Maestro. Discípulo es aquel que sigue detrás y uno sigue de verdad aquello que ama pues también en el caso de Jesús, no se habla de un seguimiento físico únicamente sino ante todo de una imitación amorosa. Al mismo tiempo quien lo sigue “estará” con Él y lo hará en cuerpo y alma.
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”
Preguntémonos:
- Nuestro amor por Jesús, ¿Hace que como brújula busquemos estar para Él desde un deseo profundo?
- ¿Somos de aquellas personas que dicen amar a Dios, pero no llegamos a asimilar en nuestra vida conductas, frases, hábitos de Jesús, al punto de que los demás no se dan cuenta que somos sus discípulos?