Domingo de Resurrección, la paz del Señor esté con todos ustedes

Domingo de Resurrección, la paz del Señor esté con todos ustedes

Queridos hermanos,

Que la paz del Señor esté con todos ustedes. Que esta paz que Jesús deseaba apenas veía a sus apóstoles, a sus discípulos; llene sus corazones especialmente como regalo de este tiempo de resurrección.

Es hermoso pensar que esas fueron las primeras palabras de Cristo Resucitado a sus apóstoles, es hermoso pensar que esas palabras que venían a quitar el miedo, que venían a quitar la angustia, que venían a quitar la soledad del corazón humano; son las palabras que están en la lengua de Jesús. Es lo primero que sale de Jesús cuando se encuentran con esos discípulos y apóstoles temerosos. También que muchas veces es el saludo que algunas comunidades religiosas tienen: la paz contigo.

Esta manera de dirigirse Jesús a nosotros, que no es únicamente una forma externa. Sino que es el profundo anhelo del corazón de Dios. De hecho, una de las consecuencias inmediatas de la resurrección, era traer paz y esperanza en el corazón de los apóstoles y de los discípulos.

Estaban tristes, miedosos, estaban desconcertados, tenían muchos miedos, tenían angustias. Todas ellas asentadas sobre realidades. Habían experimentado la muerte de Cristo, habían visto a su maestro ser despedazado en la cruz. Y a pesar de todo eso, tenían que creer en algo que también era físico, que también era cuerpo, que también era sangre. Que era la resurrección de Cristo, real, completa.

Tanto que, en la primera carta de los Hechos de los Apóstoles, se menciona una frase que el Santo Padre utilizó ayer, dice: ustedes conocen lo que sucedió en el país de los judíos, a este Cristo de Nazaret qué pasó haciendo el bien y curando a los enfermos. Nosotros somos testigos de lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Y después dice: hemos comido y bebido con Él.

Me parece hermosa la frase que utilizó ayer el Santo Padre, decía que, si nosotros los que hemos comido y bebido junto a Jesús, no damos testimonio de Él, entonces ¿quién lo hará? Quién puede ser testimonio de algo más, sino el que ha estado presente en ese momento. El Santo Padre hablaba particularmente de la esperanza, quién puede ser testimonio de la esperanza en este mundo, sino aquel que ha comido y bebido con Jesús.

Yo me puesto a pensar que es propio de los seres humanos a veces dudar, incluso de las mismas experiencias que hemos vivido. Pero particularmente de la experiencia del amor, cuando Jesús dice hemos comido y bebido, hemos comido y bebido con el amor, porque Jesús esencialmente es amor.

Si te preguntan ¿cómo puedes definir a Jesús en una sola palabra? Pueda que haya personas que digan que Jesús es el hijo de Dios, otros pueden decir que es el Salvador, otros pueden decir que Jesús es fe, que es esperanza. Y sin embargo San Pablo dice que todas las virtudes un día se van a acabar, pero que la única que va a prevalecer es el amor. Por eso cuando una persona duda del amor, en el fondo quiere decir que está dudando de Jesús.

Yo me acuerdo todavía, cuando uno está en el colegio, cuando uno tiene 14, 15, 16 años y todavía me acuerdo ver a algunas amigas jugando con una florecita; este juego de sacarle los pétalos y decir: me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere. Y finalmente pareciera que el amor termina siendo como una especie de ruleta rusa, donde al final el último pétalo te dice si la persona que tú amas realmente te quiere. Los seres humanos estamos acostumbrados a eso, estamos acostumbrados a poner en una ruleta rusa el amor.

Ayer me preguntaron, yo creo que todos tenemos un momento de ignorancia en nuestra vida, donde pensamos que las cosas se dan pues como por arte de magia. Yo me acuerdo el tiempo en el cual yo creía en el horóscopo. Ayer tuvimos un diálogo sobre eso, y me puse a pensar: ¿en qué momento de mi vida yo creía en el horóscopo? Es una de las cosas más ilógicas que existen, es hasta una prueba de inteligencia a veces. Porque por ejemplo un día en el horóscopo te diga: hoy vas a conocer a una pareja excepcional, vístete lo mejor que puedas. Bueno eso estaría bien si tú eres soltero, pero que tal si tú ya eres casado y te salga que hoy vas a conocer a una pareja sensacional, sería una estupidez. Y es verdaderamente cuando hacemos ese tipo de cosas, es porque tenemos miedos. Necesitamos algo que nos asegure el amor.

Por ejemplo, yo recuerdo cuando a mí se me dio por leer el horóscopo, de que bueno que, si tú eras de tal signo, entonces iba ser más compatible con tal otro signo.

Cuando finalmente lo que uno se da cuenta ya como sacerdote, lo que a fin de cuentas pesa en una relación. No es ni la compatibilidad de carácter, ni que tengan pues muchas veces pensamientos iguales, ni que sean a lo mejor muy divertidos los dos. Lo que llega a pesar, es cuánto tienen la decisión verdadera de amarse, cuánto están dispuestos a dar la vida el uno por el otro. Resulta que, en esos miedos de ser amado, a veces pasa que uno empieza a comprobar, que uno empieza a querer comprobar ese amor. Y creo que puede ser incluso natural, puede ser natural que como seres humanos queramos comprobar si el otro nos ama. Intentamos estirar un poquito la mano, para ver si el otro es capaz de agarrarnos la mano.

Se dice que por ejemplo en los adolescentes, la rebeldía es una manera de comprobar si son amados. El hijo rebelde, la hija rebelde, en realidad lo que busca es saber hasta qué punto el papá o la mamá son capaces de arriesgarse por él o por ella. Hasta qué punto son capaces de arriesgarse incluso a pelear con ellos para ponerles un límite, porque en esa discusión sus padres les dan atención, quieren sentirse amados, pero están comprobando si son amados.

Cuántas veces uno como sacerdote, se encuentra con que viene un marido, un poco afligido al decir: no sé cómo tratarle a mi esposa, resulta que se quedó callada, no quiere hablar. Y eso es algo que uno tiene que entender, que las mujeres tienen una memoria afectiva. Y eso a veces para los hombres es un problema, porque ellas se suelen acordar cuando un hombre ha hecho alguna estupidez, y no se acuerdan cerebralmente, se acuerdan afectivamente. Entonces lo peor que puede hacer un hombre es decirle: ya cambia la cara, ya te dije que me perdones, ¿qué pasa? Ya te he dicho cuántas veces y sigues brava. Porque en el fondo, en la afectividad de la mujer suele buscar comprobar que si las palabras que el hombre le dice son verdaderas.

Y cuando la mujer descubre que las palabras no son verdaderas, suele haber una especie como de dolor, que para el hombre no es tan comprensible. A veces eso se profundiza en la medida que, habido alguna traición, y el mismo hombre tiene que dar seguridad con todos sus actos y todas sus palabras, porque la mujer va a estar comprobando hasta qué punto llega el amor del hombre. No con las palabras únicamente sino ante todo con actos. Actos permanentes y estables.

Pero también cuando nosotros hemos vivido una herida en el amor comprobamos, queremos comprobar ¿hasta qué punto el amor es capaz de hacer algo por nosotros? Por eso es que, es importante también dar un paso más allá. Porque si bien es cierto que la naturaleza humana es frágil y nos gusta comprobar que somos amados, y a veces a desde nuestra fragilidad queremos comprobar, también a veces uno puede volverse en una persona que vive en la comprobación, eso no es sano. Porque cuando uno ya ha sido amado por alguien, uno también tiene que arriesgarse a creerle, también uno tiene que arriesgarse a decir yo he sido amado, también uno tiene que arriesgarse a ya dejar de comprobar. Porque este hecho de estar comprobando todo el tiempo si soy amado, si no soy amado, sobre todo cuando se trata de alguien que de verdad nos ha amado, o como el mismo Dios.

El otro día decíamos cuántas personas en el momento que paso algo malo, tenemos una inteligencia impresionantemente ilógica para decir que es culpa de Dios. Pero no es Dios el que ha dado los papás muchas veces, no es Dios el que ha dado los hijos, el que ha dado el empleo; Dios solamente ha dado eso malo que me pasó. Y nos volvemos tan ilógicos, tan pesimistas, que también a veces es bueno decirle a la gente: pues también ya créete que Dios te ama.

O si es que ya, se te ha comprobado ser amado, pues también da un paso y convéncete. Estoy seguro de que todos nosotros tenemos a alguien que nos ama. Estoy seguro de que todos nosotros, aunque sea nuestros padres, aunque sea nuestra mamá, aunque sea alguien que vive con nosotros a pesar de que tenemos un carácter insoportable, aunque sea algún buen amigo, todos tenemos alguien. Y si no tenemos a lo mejor algo así de físico, todos tenemos un Dios que a pesar de que todos los días hagamos alguna estupidez, Dios nos dice Yo te amo, y nos da todos los días un nuevo día. Cada amanecer que tenemos es regalo de Dios, cada vez que salimos y vemos el sol, cada vez que vemos las flores, aun el hecho de tener mascotas, de tener animalitos.

Cuántas personas se sacrifican tanto, son más inteligentes que nosotros, son más sabios, y no tienen lo que nosotros tenemos. Y aun así es como si tuviéramos una especia de gafas grises. Si tu coges un par de gafas grises y con esas gafas ves el mundo, pues vas a ver todo gris. A pesar de que hay cosas bonitas, radiantes; pues hay personas que viven así, que tienen como gafas grises. Que a pesar de que hay algo bonito en sus vidas, ven ese algo bonito y después dicen; pero mira de todas formas hay esto feo en mi vida. También es bueno que nosotros nos demos cuenta de que para poder decir yo he comido y bebido junto a Cristo, también uno tiene que cambiar de actitud.

Me acuerdo de una señora que vivía quejándose de que nunca tuvo mamá, y que alguien apareció en su vida y que verdaderamente se comportó como una madre, y fue madre verdaderamente para ella, y ya ese tiempo se acabó y esa persona que fue como madre falleció. Y esta mujer a pesar de tener una madre de verdad decía, yo me siento como huérfana. Yo me acuerdo de que en algún diálogo se le decía: pero tú ya tuviste amor de madre, no puedes ya quejarte. Porque también nosotros a veces tenemos esa actitud de querer recibir, y recibir como pozo sin fondo; y no asimilamos lo que la vida ya nos dio.

La vida nos da muchas veces todo lo que nos hace falta, pero también tenemos que tener la actitud de asimilar, tener la actitud de recibir, debemos tener una actitud de sorprendernos de lo que recibimos. Los niños se sorprenden cuando reciben un regalo. Nosotros a veces no nos sorprendemos cuando tenemos una amistad verdadera.

Yo cada vez que alguien me dice que quiere ser mi amigo, me sorprendo; es algo que a mí me impacta, porque yo sé que esa persona podría no querer ser mi amigo. Cuantas veces el mismo Cristo quiso ser amigo de Judas, quiso hacerse amigo, y Judas a Jesús le dijo que no. Yo me sorprendo, para mí es un regalo cuando alguien me dice yo quiero ser tu amigo, es un regalo, es Dios, es algo que me sorprende. Todavía más cuando alguien dice que me ama, que me quiere mucho, a mí me impacta. Obviamente que siempre confías que sea verdad, que sus actos vayan de acuerdo a sus palabras. Pero es un regalo que alguien te lo diga sintiéndolo y viviéndolo. Porque también nosotros, como digo hasta Jesús tenía personas que no lo amaban, siendo Jesús el hijo de Dios.

No crean que como sacerdote yo digo la gente tiene que escucharme y obedecerme, es un regalo cuando alguien escucha, porque tú le hablas en nombre de Dios, y esa persona te escucha en nombre de Dios. Pero también la biblia dice que muchos te van a rechazar solamente porque eres de Jesús. Entonces yo doy gracias, cada vez que alguien en nombre de Dios me escucha, cada vez que alguien en nombre de Dios me ama, y también digo desde esa auto convicción; sino porque de verdad tenemos signos claros. Todos nosotros tenemos alguien que nos ama, todos nosotros tenemos regalos de Dios todos los días, nosotros tenemos amistades verdaderas, siempre cuando sepamos apreciarlas y valorarlas como lo que son, propiedad de Dios.

Las amistades que tenemos no son nuestras, es Dios quien nos la da, y si nosotros sabemos cuidarlas en nombre de Dios, permanecerán para siempre, pero si nosotros sabemos valorar lo de Dios. Después vamos a tener el corazón lleno, vamos a tener la capacidad de decir: el amor del cual yo te hablo, la esperanza de la cual yo te hablo es Jesús que ha resucitado, aquel con el cual yo he comido y he bebido, Jesús, el amor verdadero yo lo he experimentado.

En este tiempo me impactó la frase del Santo Padre, el Santo Padre dijo: nosotros y se refería a cada uno de nosotros; a cada uno de ustedes creyentes, a mí que soy sacerdote, pero a ti que eres parte de la iglesia católica, que eres cristiano, o qué crees en Dios; aunque sea que creas en el amor. El Santo Padre dijo: si nosotros no vamos a dar esperanza a este mundo, entonces ¿Quién lo hará? Si nosotros hemos comido y bebido junto a Jesús. El Santo Padre dijo esas palabras muy fuertes, pero al mismo tiempo muy esperanzadoras, porque si nosotros no damos esperanza a este mundo, entonces ¿quién lo hará?

Por eso es que es importante tener una actitud también, de reciprocidad, cuando uno ha sido amado, uno tiene que comprometerse amar a los otros. Uno no puede ser simplemente como un niño mimado, que recibe, recibe y recibe; uno también tiene que comprometerse amar a los demás. Y si nosotros tenemos alguien que nos ha amado de verdad, tenemos que comprometernos a amar alguien nosotros también de verdad.

Como digo, a veces podemos ser como niños mimados, que tenemos tantos regalos y no nos gusta compartir con nadie. Aún recuerdo de una monjita cuando yo tenía unos 7 años, una monjita fue a darnos una charla en la escuela donde yo estudiaba y nos decía que, aunque tuviéramos una tajada de mandarina, un pedacito de mandarina, eso podríamos compartir con otro. Es una actitud de vida, el dar esperanza.

Hoy a los que creemos en Cristo se nos invita y se nos da un mandato, que tenemos que dar esperanza. La esperanza no está parada sobre la auto convicción, y es bueno que entendamos eso.

Si es que yo hiciera un curso el día de mañana, un curso de formación de líderes, un curso para la auto realización personal, les aseguro que tuviera unas 150 personas que se inscribirían a ese curso. Pero si el día de mañana doy una charla sobre el poder de Jesús y la esperanza de la resurrección, a lo mejor tengo 10 viejitas que se anoten a ese curso. Porque a veces nosotros pensamos que la esperanza, que el ser mejor, tiene que ver con el auto convencerse, con el auto realizarse. Jesús nos dice lo contrario, el amor verdadero siempre te viene de otro, la verdadera esperanza siempre te viene de otro.

Ese otro en primer lugar es Jesús, el que resucitó por nosotros. Y tú tienes que ser también esperanza para otros, tienes que ser amor para otros, tienes que dar aquello que se te ha dado. Porque nosotros hemos comido y bebido junto aquel que es esperanza, junto aquel que es amor. Hoy es el mandato que nos da Jesús. Él ha resucitado, y si resucita en el corazón de nosotros, es algo que nosotros debemos cambiar de actitud, porque Jesús puede haber resucitado, pero eso no quiere decir que crea. El creer es una opción.

El tercer paso es que aquello que crees lo des, aquello que has recibido lo entregues. Hasta que no des ese tercer paso también te sientes como que mal, también te sientes inseguro. Porque aquello que has dado, si no lo compartes, es como el agua que en algún momento puede detenerse, y empieza a podrirse esa agua; cuando tu no das aquello que has recibido. Por eso hay mucha gente que también se siente mal, porque mucho a recibido y poco da.

Hoy el Señor nos invita a ser generosos, llenos de esperanza, y a dejarnos sentir el amor que hemos recibido. San Francisco decía: ten cuidado de cómo vives tu vida, porque para muchos va a ser el único evangelio que podrán leer.

Que nuestra vida sea un evangelio de esperanza, y hoy más que nunca un evangelio de resurrección.

Que el Señor y la Virgen María nos ayuden en estos propósitos y en este día tan lleno de esperanza.

Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”

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