Quinto Día de la Semana de la Unidad – 2019

Quinto Día de la Semana de la Unidad – 2019

Estamos meditando el Evangelio de Lucas 4, 17-21

Es un Evangelio que nos habla de la proclamación de la misión del Mesías en el Templo. Quienes revisan el texto original se van a encontrar con este momento grande e histórico en el cual Jesús dice: “Yo he venido para dar la libertad a los cautivos, para devolver la vista a los ciegos y para dar la liberación a los oprimidos”. Es un texto de Isaías que, en Jesús como todo lo que proviene de Él, tiene un significado nuevo. Hasta antes de Jesús, todos los conceptos eran diferentes en cuanto a que estaban basados, muy probablemente, en la ley de Dios. Jesús vino a darnos la nueva ley del amor que el Señor nos propone, donde se encuentra la verdadera libertad.

Juan Pablo II decía que la peor prisión es un corazón que no ama. Cuando Jesús dice que viene a dar la libertad a los cautivos, pensemos cuanto de nosotros se entristece, nuestro mismo ser puede tener una vida triste porque no sabemos amar o porque no nos hemos entregado realmente al amor.

Dios es el Creador de todo. Él nos ha creado a nosotros.

Pensemos, por ejemplo, cuando un artesano crea un instrumento de música. El artesano sabe cómo tocar el instrumento para que éste tenga la mejor nota o el mejor sonido. Cuando Dios nos creó, nos creó para ser felices y eso lo saben todos. Lo que no todos aceptan ni entienden es que Dios nos creó de tal manera que la forma de llegar a la felicidad es: amando. Todos tenemos eso en el corazón y en el fondo del alma.

Incluso, Santo Tomás de Aquino decía que hasta la gente que comete los peores pecados, hasta aquel hombre que entra a un prostíbulo buscando estar con una prostituta, incluso él, aunque se esté equivocando, lo que busca profundamente es la felicidad en el amor. Es decir, esta persona está buscando el amor en un lugar en el que, según esta persona, es donde mejor le va a ir en este aspecto, donde él cree que será más feliz, aunque esté equivocado.

Por eso, cuando Jesús vino, vino, en primer lugar, a liberar a los cautivos de la propia frustración de no ser felices. Jesús vino a enseñarnos a amar. Nos dio un camino para conocer el amor. Y, si Él nos dio un camino, nos estaba dando el arma para liberarnos de esta gran esclavitud que es el no poder amar, el vivir en la ausencia del amor.

También dice el Señor, y tiene relación con esto, que Él vino a dar vista a los ciegos. Obviamente, no es únicamente la ceguera física, que también se describe en el Evangelio.

El Papa Francisco dice que cuando una persona no ama, su conciencia permanece dormida. Es una frase que hay que analizar bien. “Cuando una persona no ama, su conciencia permanece dormida”. Es como que hablara de una ceguera espiritual. Así es cuando una persona no ama. Tiene la impresión de que todo lo que hace está bien hecho, por eso es que está ciego.

Pensemos en la circunstancia de una mujer embarazada que da a luz. Empieza a amar a su hijo. Ama a su hijo y muy probablemente tiene que cambiar en todo sentido: sus horarios, sus percepciones, su dieta, su manera de sentirse a sí misma como alguien de quién su hijo depende.

Cuando nosotros amamos a alguien tenemos que salir de nuestras maneras típicas de pensar y hacer las cosas. Muchas veces tenemos incluso que cambiar nuestros horarios. Tal vez, cambiar nuestra dieta, nuestros vicios. La persona viciosa es alguien que hace actos repetitivos que le generan placer. Esta persona pareciera ser feliz, pero está ciega. Porque si tuviera una mejor vista, no física sino una mirada del alma estuviera más libre. Podría mirar su propio corazón, su propia alma y se daría cuenta que está siendo infeliz. Esta es una característica de las personas que tienen vicios, en realidad no pueden amar.

Jesús vino a devolver la vista a los ciegos y vino a mostrarnos el camino del amor que nos devuelve la vista, la vista espiritual. También vino a proclamar la liberación a los oprimidos.

En uno de los Evangelios cuenta que en cierta ocasión Jesús se encontró con un endemoniado que tenía mucha energía y que corría por las montañas. Por las noches, cuando volvía a dormir a un cementerio, tenían que encadenarle para que no se lastime con piedras. ¿Cuántas veces nosotros confundimos la aparente vitalidad que da el demonio, con lo que es la vida en Dios? Es decir, el demonio siempre pareciera que da vitalidad a sus seguidores.

En este tiempo, más que nunca, se ve gente atada. Por ejemplo, se ven chicos y chicas atados a su físico, que tienen mucha energía para estar en un gimnasio y pasar horas y, al igual que el endemoniado, duermen poco porque no tienen paz en su corazón. O también personas que se han vuelto esclavas de su trabajo. Estas personas dan la impresión de poseer mucha vitalidad, pero tiene una opresión en el corazón.

El Señor vino a liberar a los oprimidos por el demonio.

¿Cómo diferencias la vitalidad que viene de Dios de la aparente energía que da el demonio caracterizada por una opresión en el alma?.

La energía que viene del demonio siempre deja a la persona con una tristeza finalmente. En cambio, la persona que se entrega a los demás y que ama, fruto de ese amor, aunque termine cansado va a quedarse con una alegría en el corazón porque no tiene el corazón oprimido.

En cambio, la persona que no ama porque es egoísta, aunque aparentemente hace muchas cosas, tiene muchas actividades; al terminar la jornada y al mirarse a sí misma por dentro va a encontrase con un corazón oprimido y triste.

El día de hoy, el Señor nos invita a volver a buscar a este Jesús que vino a liberarnos a través del amor. A devolvernos la vista, a quitarnos las opresiones.

Les envío la bendición

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Con profundo amor,

Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”

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