Hace ya ocho años, un 12 de Mayo del año 2011, teniendo casi 72 años nuestro amado Padre Juan partía, en los primeros minutos de la tarde, al encuentro con el Padre.
Él fue nuestro segundo Moderador General y un santo Sacerdote, a través del cual aprendimos mucho de lo que significa la renuncia, el sacrificio, la entrega y la fidelidad hasta el extremo de la cruz.
Aún recuerdo las veces en las cuales podía encontrar al Padre Juan rezando hasta altas horas de la noche, y despertarme muy temprano y encontrarlo rezando ya antes que todos. Recuerdo la pasión con la que rezaba. Sus oraciones no eran simplemente llenas de amor, estaban llenas de un sentimiento mayor, diría yo de pasión, o de un anhelo profundo de encontrarse con el Señor, de tal modo que uno se emocionaba solo de verlo rezar.
Lo mismo o más podemos decir de su manera de celebrar la Santa Misa. En el momento de la consagración del pan y el vino su alma se elevaba de tal manera que todos quienes presenciábamos sus misas lo sentíamos. Decía él que nosotros los cristianos, teníamos que vivir la misma pureza de los Ángeles, y esos pensamientos los tenía casi siempre en relación a la celebración de la Misa.
Sus anhelos de entregarse al Señor siempre fueron creciendo, era el Cirineo del Señor, y al mismo tiempo “Pedro”, aquella “roca” que cada uno de nosotros veía en la firmeza de su fe, en la rectitud de sus hábitos, en la certeza de sus enseñanzas. He sabido de personas que lo conocían desde fuera, que en su sed de buscar al Señor buscaban confesarse con el Padre Juan solamente porque necesitaban un sacerdote que les dijera la verdad sin tratar de caerles bien, algo poco común en estos tiempos de relativismo.
Él fue como un corderito que asumió en si mismo muchas persecuciones sin que los demás miembros de la Obra nos enteremos siquiera, como Marcia ha dicho era “un paraguas” que protegía la casa. La presencia del Padre Juan nos cubría de muchos padecimientos que hubiéramos vivido, con la gracia de su presencia sacerdotal resistía las pruebas abriéndonos paso en los momentos más difíciles de la historia de la Obra, y no dudó en entregarse, a tal punto, que en un momento decidió entregarle su vida completa al Señor.
Aún lo recuerdo claramente el domingo de resurrección, en abril del año 2010, decidió hacer una oración entregándole al Señor “su vida y hasta sus cenizas” para que “esta Obra se vea gloriosa” y se cumpla la misión de la Obra dentro de la Iglesia.
Y dos meses más tarde el médico detectó un cáncer terminal en su páncreas y en eso el Padre Juan vio el signo de que su oración había sido escuchada y le dio gracias a Dios, pidiéndole encontrarse con Él cuanto antes.
Así era el Padre Juan, en todo radical y en todo humilde. Buscaba que nada le faltara en su entrega. Celoso en la búsqueda de la salvación de las almas y celoso en el cuidado de lo que el Señor le había encargado.
Todos los días oraba pensando en las pobres almas que podían condenarse y la verdad es que a pesar de sus constantes ayunos y penitencias, casi nunca vi que dejara de hacer algo que tuviera que hacer.
Su resistencia física iba más allá de lo que yo humanamente pudiera llamar “normal”. Estaba siempre deseoso de ser fiel más allá de sus límites.
También recordaba con mucho amor su Congregación del Santísimo Redentor y la “Virgen del Perpetuo Socorro”, que en su deseo de ser fiel al plan de Dios en su vida, se convirtió en la Madre y Reina de la Unidad, pero sin duda esta experiencia como Redentorista mucho le formó como misionero, para que luego, en su desprendimiento, estuviera siempre dispuesto a dejarlo todo para seguir al plan del Señor.
Ahora, 8 años después de su muerte, podemos ver con más claridad su legado; como se nos ha dicho últimamente: en la ausencia se lo valora mucho más.
Personalmente puedo ver cada vez con mayor claridad que un sacerdote como el Padre Juan ya no se puede ver en estos días. No existe ese tipo de fidelidad y pasión por el sacerdocio. Al punto que solamente se puede dar gracias porque lo tuvimos y fue en medio nuestro “el Pedro” de la Unidad y “el Cirineo” que Jesús necesitó para los tiempos más difíciles de la Obra.
A partir de su fallecimiento todo aquello por lo cual luchò en su vida, se consiguió, pero gracias a su intercesión desde el Cielo. Pues solamente un milagro podría darnos aquello que humanamente no podíamos lograr. Y casi siempre nos ha sido dado en el mes de mayo, mes de la Virgencita María, que el Padre Juan tanto amó, y que con tanta devoción invocó pidiéndole protección para todos.
Mes de su fallecimiento, mes de su nacimiento. Mes del Maestro de la Unidad al cual consagró su vida.
Apenas falleció empezó mi última preparación para mi sacerdocio y en el mes de mayo del 2012 se nos dio la Aprobación “ad experimentum” como Asociación de Fieles. En el año 2013 se nos concede la primera Ordenación Sacerdotal de un Sacerdote formado dentro de la Obra. En el 2014 se nos entrega la primera aprobación en Francia en la diócesis de Rennes. En el 2015 la gran noticia de la Aprobación definitiva de la Asociación de Fieles de manos de nuestro amado Arzobispo Emérito monseñor Fausto Trávez en Quito. En el 2016 en Francia fuimos aprobados en la diócesis de Fleurs, y en el mismo año se nombra el primer Consejo Regional en ese país.
En septiembre del año 2017 se nos dio la tan grande y maravillosa noticia de que por primera vez la Fraternidad Sacerdotal fue aprobada.
Y este año hemos recibido en el seno de la Obra a nuestra primera monjita, presencia tierna y orante de la mamita María.
Creo que muchas bellas sorpresas nos esperan aún con este nuevo Arzobispo.
Hoy siento que solamente un Sacerdote como él puede ser el Superior del seminario.
Más que todas las aprobaciones y metas alcanzadas por su intercesión, su vida nos ha dejado, junto con la del Padre Alberto, una imagen clara de lo que es el Sacerdocio en la Obra. El amor tierno y profundo a la Mamita María. El amor y sometimiento humilde al espíritu de la Violeta. La humildad como norma esencial de vida y el deseo de dejarse formar con un espíritu de niño. Por eso le encomiendo a él hoy más que nunca la dirección y guía amorosa de todos quienes nos estamos formando como sacerdotes de la Unidad.
También pido hoy su bendición para Juan Arturo, que cumple hoy 8 años como cabeza de la Obra, pues en su cercanía de corazón con el Padre llegó a estar tan cerca que lo consideró digno de ser “el Moisés” de nuestra Obra por su fidelidad, y quien, en nombre del Señor, nos conduciría hasta la tierra prometida. Que el Padre Juanito interceda por Juan y bendiga abundantemente su misión que comenzó hace 8 años. Hoy le pedimos también con todo el amor.
Amado Padre Juan intercede por nosotros ante Jesús y María. Amén
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”