Queridos hermanos,
Estamos celebrando un día de mucha alegría porque la resurrección es la fiesta más grande que vivimos como Iglesia Católica. Es la fiesta más importante. Esta Misa se llama la Vigilia Pascual porque se leen siete lecturas del antiguo testamento, que por estas circunstancias se leen tres, que es lo que se nos permite acortar, y lo que intentamos es leer toda la historia de la salvación hasta el momento de a la Resurrección.
Es algo hermoso pensar que Cristo resucita, y lo más hermoso es que para lo que somos creyentes, esto no es únicamente una manera de hablar, o una especie de slogan, sino que es una realidad, es una convicción. Y el Evangelio de hoy nos va hablando de poco en poco de qué se trata esta convicción y cómo se va sembrando en el corazón la convicción de la Resurrección.
Hoy especialmente me ponía a pensar al leer el Evangelio, como los discípulos y las mujeres que se mencionan en el Evangelio, son personas que deben haber sentido, ésta ausencia de Cristo y deben haber empezado a extrañarlo. Extrañar su presencia física, porque Él había muerto, extrañar su presencia en medio de ellos, Su sonrisa, Su corazón, lo que les significaba escuchar sus concejos. A veces uno se pone a pensar en los gestos humanos que se mencionan en el Evangelio, ellas ven al Señor, se postran ante Él y lo abrazan, abrazan los pies, intentan besar los pies. Me pongo a pensar únicamente en la parte espiritual, a lo mejor la parte en la que podemos a veces espiritualizar éste encuentro diciendo, bueno ellas sabían que era Jesús el Hijo de Dios, pero me puse a pensar en la parte humana, en lo que implica por ejemplo, cuando tu sientes que alguien que tu amas se va a morir, o cuando alguien amado se te ha muerto.
A veces nosotros vivimos acostumbrados a la presencia física de la gente que está a nuestro alrededor, estamos acostumbrados a su presencia, a su palabra, a su sonrisa, a sus abrazos a sus concejos. Pero, ¿qué pasa cuando nos damos cuenta que esa persona va a morir? o ¿qué pasa cuando verídicamente alguien cercano muere? ¿Qué pasa en nuestro corazón? Cuando empezamos a extrañar la presencia de alguien, cuando a esa persona que veíamos todos los días, de pronto ya no está. Podemos pensar en una realidad un poco más cercana, como que alguien se fue de viaje, pero también podemos pensar en la muerte.
El sólo hecho de que pensemos en la muerte, de que alguien cercano, se nos puede morir, nos tiene a todos pendientes, de una realidad, de que verdaderamente hay dar más valor a esa persona y a lo mejor precisamente la ausencia o la distancia.
Me pongo a pensar justamente lo que estamos viviendo en estos días, con cuántas personas escriben, entre ellos, escriben a nosotros, yo como sacerdote, como amigo de muchas personas les he dicho, que bueno sería volver a vernos.
El arzobispo recién nos mandó un mensaje a los sacerdotes decía, quisiera abrazarlos, yo también a cuántas personas en estos tiempos de distancia, a personas que lo mejor pudiera ver con más facilidad, en éstos tiempos uno dice pues, ojala que pase la cuarentena. Y esto es lo que impacta de este encuentro de Jesús con estas santas mujeres, que ellas no únicamente ven a Jesús, sino que se lanzan a los pies, le besan, se postran.
Yo todavía recuerdo la canción de un poeta que convirtió en canción un poema que le hizo a un amigo de él que había fallecido, y que él quería mucho. En esa canción le decía “como quisiera con mis dientes cavar la tierra para poder tocarte”, me impactaba mucho la expresión de ese canto, como la ausencia de alguien que amas te puede provocar esa extrañeza, al punto, que te puedas lanzar a los pies; para besar sus pies. Digamos así que esa es la parte hermosa, humanamente hablando, la parte profunda de la muerte.
Cuando nosotros experimentamos que alguien se nos muere, a veces sucede, que una vez que esa persona ha muerto, entendemos por qué estaba en nuestra vida, entendemos por qué nos dio los concejos que nos dio. Cuantas veces se dice, por ejemplo: los hijos que a veces entendemos quienes son nuestros padres solamente cuando están muertos y no creo que se trate de recriminación. Cuando celebro funerales suelo decir, no creo que es algo que uno tenga que recriminarse, hay veces que estando tus padres en el Cielo, o estando alguien que amas en el Cielo, entiendes porque, esa persona, te dijo algunas cosas, y entiendes lo valiosa que era esa persona, lo importante, el impacto que ha tenido en tu vida, son cosas que, a veces teniéndole a la persona cerca, uno no se da cuenta, porque se acostumbra, porque nos habituamos a esa presencia y porque de tanto contar con esa presencia se nos convierte un poco como cualquier insumo de servicio básico, por así decir, se nos puede convertir como el aire, como el pan, como algo muy habitual. ¿Pero qué pasa si un día nos falte el aire? ¿Qué pasa si un día nos falta el pan? A veces no nos damos cuenta, hasta que esa persona se va.
Y esta parte importante que a lo mejor no se mencione mucho hoy de lo que dice el evangelio, qué Jesús murió en el momento preciso, es importante entender que la muerte también tiene un momento preciso y a pesar de que uno pueda pensar que Jesús murió de 33 años, que joven podríamos decir, ¿Por qué no habrá muerto de 96? ¿Por qué no habrá muerto de ciento algo años? A lo mejor hubiera hecho muchos Milagros, a lo mejor hubiera resucitado más muertos, a lo mejor hubiera convertido más pecadores, pero a lo mejor también hubiera pasado, que la gente se hubiera acostumbrado a Su Presencia. Uno se pone a pensar si con 33 años hubo gente que lo rechazó, a lo mejor los Apóstoles se hubieran acostumbrado, que es lo que muchas veces la condición humana hace con la Gracia de Dios y con lo bueno que Dios nos ha regalado que nos acostumbramos.
Y por eso es que también es importante este paso, también es importante este paso hacia lo trascendente, porque la muerte nos hace pensar, que aquella persona que nosotros amamos, por ejemplo, a mí me ha sucedido y les hablo siempre con experiencias personales. A mí me sucedió con mi padre, que cuando él murió, me di cuenta de que mi padre siempre le perteneció a Dios. Cuando él estaba en la tierra, yo tenía una sensación de que mi padre era mío, de que él estaba para mí siempre y que yo disponía de su vida, de sus tiempos. Pero cuando una persona se muere, de pronto entra en tu conciencia algo muy importante, es que esa persona le pertenecía a Dios y que el fin de esa persona es mucho más trascendente de lo que tú te podías imaginar.
Que Dios creó esa persona, incluso para darte un impacto en tu vida, para que algo en ti sea diferente, para que algo en ti tenga estabilidad, o para que tú puedas entender que alguien te ama a ese punto.
Por eso es que también la muerte, nos hace entender que las personas que nos rodean le pertenecen a Dios. Nosotros a veces podemos tener conceptos muy fuertes sobre la muerte, y a veces puede ser que alguien que es muy viejito se nos muere, o puede ser que sea alguien joven, pero algo que uno tiene que entender es que la muerte también nos obliga a entrar en el misterio de Dios, en algo que es más profundo que nuestra realidad humana, nos hace entrar en la realidad de que nosotros le pertenecemos a Dios y que la gente que nos rodea le pertenece a Dios, que la gente no viene aquí simplemente para vivir un rato y pasar un rato, comer dormir, tener hijos, no.
Las personas que venimos a este mundo tenemos una misión, y esa misión puede durar a veces un día, dos días. Me he topado con chicas que dicen que se sintieron embarazadas y que después perdieron su bebito, después de algunos días pero que se sintieron mamás, y uno muchas veces les dice: no importa cuánto tiempo haya tenido ese bebé, no importa, porque ya cumplió su misión, y tuvo una misión trascendente, mira que tú ahora te sientes mamá y cuando una mujer se siente mamá, pues muchas cosas cambian alrededor de ella. Ella misma es diferente, se comporta diferente.
A veces nosotros podemos juzgar la calidad de la vida de alguien porque vivió mucho, o porque vivió poco, pero en realidad, es el Señor en este tiempo nos está demostrando que sólo Él es el dueño de la vida, resulta que todos nosotros, como mundo, estamos entrando en una circunstancia donde la vida está siendo amenazada, muchos de nosotros tenemos incluso alguien cercano que han muerto, muchos de ustedes han pedido oraciones con por gente cercana que ha fallecido, algunos incluso por familiares y es tiempo de que como humanidad demos un paso hacia creer, que la muerte tiene un significado, porque la muerte nos conduce a un paso mayor, es el paso de ir hacia Dios, el paso de caminar hacia Cristo, el paso de tener alguien que resucitó antes de nosotros y que nos enseñó que después de la muerte verdaderamente hay vida.
El punto está en que cuando vamos a creer eso también, es importante que demos un paso. La pandemia nos está trayendo algo mucho más fuerte que la enfermedad que va y se propaga por el mundo, parece haber una tristeza generalizada, no solamente es una pandemia a nivel de virus, parece que hay una pandemia de tristeza en este tiempo.
También porque nosotros no llegamos a creer verdaderamente que la enfermedad y la muerte nos pueden acercar a Dios. Hay cosas que se está viviendo en estos tiempos, hay pasos que estamos dando como humanidad, que a veces pueden resultar incomprensibles, pero también la muerte, debemos creer, que a la persona que fallece, le cerca de Dios. No significa que dejemos de cuidar a los enfermos, no significa que nos descuidemos de los que están amenazados de muerte, pero sí que como seres humanos entendamos, que no somos únicamente cuerpo, carne y hueso, sino que tenemos dentro de nosotros un espíritu, que resucitará y que con Cristo tenemos que alegrarnos, porque Cristo le dio sentido a la muerte, Cristo le dio sentido a la vida misma y Cristo es capaz de resucitar por amor.
Escuchaba a un padre recién diciéndole a su hija, que si por él fuera regresaría a cuidarla después de la muerte, desde el Cielo la cuidaría, por amor a ella. Porque el amor es así de fuerte, Cristo cuando murió no fue vencido, cuando Él murió, después de la muerte, resucitó. No es como otro tipo de personas que a veces mueren y decimos que su recuerdo está en medio nuestro, no es así. Cuando una persona muere y creía en el amor, esa persona sigue amando a los suyos desde el Cielo, porque aquel que ama, la muerte no le vence.
Hoy día celebramos que Jesús ha resucitado, eso es algo muy importante pero también cuando decimos eso estamos diciendo, que nada vence al Amor, que el Amor es más poderoso incluso que la muerte.
Les invito por eso a alegrarse hoy. A los que no han tenido mucha costumbre, pues hoy es la Vigilia Pascual, hoy es un día de alegría, hoy es un día donde deberíamos festejar a lo grande, así como se festeja la Nochebuena, debemos tener un gran festejo. Les invito en sus casas a que hagan eso, a que hablen de esperanza, a que a las personas que las ven entristecidas, cercanas a ustedes a través de los chats, a través del internet, les levanten el ánimo, pero con palabras verdaderas de esperanza.
Cristo ha resucitado, y por eso es la razón de que nosotros nos mantenemos en pie con alegría, no nos dejemos tocar por la enfermedad, pero no me refiero a la enfermedad del coronavirus, me refiero a la enfermedad de la tristeza. Los que creemos tenemos algo más grande que la muerte, que es el amor de Cristo y la certeza de la Resurrección.
Ofrezcámosle a Dios el pan y el vino en esta noche, pero antes vamos a bendecir el agua. En este día se renuevan las promesas bautismales y se bendice el agua para bautizar. Así que les invitó a los que tienen en su casa el agua que pongan la intención de bendecir, el Padre de familia, la Madre de familia, el agua que tienen al frente hagan la intención de bendecir. Yo voy a bendecir desde aquí esta agua, con la fe de que Cristo, por la fe de ustedes bendecirá.
Invoquemos queridos hermanos a Dios Padre Todopoderoso, que bendiga esta agua que va a ser derramada sobre nosotros, en memoria de nuestro bautismo y pidamos que nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al Espíritu que hemos recibido.
Señor Dios nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo que vela en esta noche Santa, en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación, y la maravilla aún más grande de nuestra redención. Dígnate bendecir esta agua. La creaste para ser fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos, con el frescor y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia, a librar de tu pueblo de la esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto. Por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza, que quisiste sellar con los hombres. Cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste a nuestra naturaleza pecadora en el baño del nuevo nacimiento. Que esta agua Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos bautizados en la Pascua, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Padre Milton Danilo Paredes
Superior de la Fraternidad Sacerdotal del
“Santo Sacrificio y María, Madre y Reina de la Unidad”